domingo, 5 de julio de 2009

A los triunfadores

A los triunfadores

"La falla de nuestra época consiste en que sus
hombres no quieren ser útiles sino importantes”.
Winston Churchill


Tanto quien esto escribe cuanto una gran cantidad de otras personas han puesto, en estos días poselectorales, sus esperanzas en un cambio de rumbo del Gobierno, con la Presidente asumiendo el timón que hoy se encuentra en manos de su marido, el gran perdedor de esta contienda.

Casi el 70% de los argentinos hemos expresado nuestro profundo repudio al “modelo” encarnado en don Néstor y, desde todos los ángulos y espacios, hemos pedido que se despida a quienes encarnan lo peor de este régimen.

La aceptación de la renuncia de Ricardo Jaime, a quien unen oscuros e inexplicados lazos con Kirchner, encendió una luz de optimismo, que se apagó rápidamente con el sostenimiento de Guillermo Moreno y Aníbal Fernández, con el demostrado ocultamiento de la gravedad de la pandemia, y con la aseveración de la falsa realidad del Indec.

Contribuyó a nuestro malestar el postergado viaje a Honduras, en compañía del Presidente de Ecuador, para sostener a un Zelaya que pretendía transformarse en otro Chávez y que fue destituido por los poderes legítimos del Estado hondureño. Esa fervorosa actitud de espontaneidad democrática ni siquiera será acompañada por Evo Morales, lo cual demuestra el oportunismo internacional de doña Cristina, una verdadera emuladora de los éxitos de su marido en las selvas colombianas.

Y qué decir de la renuncia de don Néstor a la Presidencia del PJ, cuando designó, usando por última vez un dedo que ya no le sirve ni para llamar a un ordenanza, a don Danielito como sustituto –uno que nadie reconoce como tal- y resolvió, en público, que éste no dejara su cargo de Gobernador para asumir, en diciembre, como Diputado.

O la pseudo conferencia de prensa convocada por la inefable doña Cristina para informarnos que su Frente para la Victoria había ganado unas elecciones en la cuales, creíamos, había recibido un homérico cachetazo.

Todo ese cuadro, más el cúmulo de dificultades fiscales que el Gobierno tendrá que afrontar en el segundo semestre –tal como se ha comprobado por el fuerte endeudamiento del Tesoro con el Banco Nación y con la ANSeS y por la sangría de divisas que siguen viajando con incierto destino- me lleva a formular algunas reflexiones que, espero, se traduzcan en recomendaciones para los triunfadores del domingo pasado.

Don Néstor ha dado suficientes pruebas, a lo largo de los últimos seis años, de su enorme capacidad de crear poder y caja, más allá de que, luego, los haya desperdiciado y diluido.

Pero quien crea que está políticamente muerto se equivocará de medio a medio. Y quien estime que ha perdido la posibilidad de hacer daño a la Argentina correrá la misma suerte. Todavía conserva una cuota importante de aliados y seguidores, aún entre los que resultaron ganadores en sus respectivos feudos, y de la caja del Estado que, aunque enflaquecida, sigue siendo grande; subestimarlo, por ello, sería un error enorme, que pagaremos muy caro.

Otra vez, la Argentina parece estar a punto de recibir un importante viento de cola proveniente de los países asiáticos, en especial de China, y resultaría penoso que la sociedad entera, que hoy conoce su fuerza real y que ha tomado debida nota de ella, permita que los Kirchner estropeen nuevamente la oportunidad que se presenta.

Resulta imprescindible que la oposición vaya tomando las riendas del Congreso, a través de conversaciones con los miembros actuales de la bancada del FPV, seguramente interesados en conservar algún futuro político, para discutir ya mismo, a partir de la semana que se inicia, la agenda de los temas que realmente importan: educación, salud, retenciones, coparticipación federal, superpoderes, seguridad, Consejo de la Magistratura, organismos de control, privatizaciones, fondos de la ANSeS, el INdEC, política industrial, política social de verdadera inclusión, etc..

Como bien dijeron Reutemann, Solá y Das Neves, el aparato oficial partidario, el PJ, no puede estar en manos de los perdedores ya que, pese a encontrarse francamente devaluado, aún sigue siendo una formidable arma política. Pero, para que sea útil, primero debe producirse una batalla final, como Waterloo, sea quien sea el Lord Wellington que la conduzca, que termine con don Néstor exiliado en Santa Elena o, mejor, en Comodoro Py.

Creo que los Kirchner, así como no supieron leer la derrota del domingo, tampoco serán capaces de modificar el rumbo de colisión que lleva el Gobierno y que, como dije tantas veces, preferirán –don Néstor, principalmente- destruir todo lo posible antes de caer definitivamente derrotados.

Por eso creo que el peronismo que, si no quiere verse estrellado contra la realidad, debe reaccionar ya mismo y, obligando a don Daniel a convocar inmediatamente a convocar a internas, tomar lo antes posible el control del PJ, generando una purga de todos aquellos que, expulsados en el ’74 de Plaza de Mayo, lo usurparon de la mano del actual mariscal de la derrota y lo vaciaron de contenido.

Respecto al pan-Radicalismo, también creo necesaria una amplia convocatoria a elecciones internas, que siempre fueron tradición de ese Partido y que este año, en razón del adelantamiento de las elecciones nacionales, en general se vio frustrada.

Se debe tomar en cuenta que, el último domingo, además se produjo un importante relevo generacional y, si todos deponen sus mezquinos intereses personales, nuevos y renovados aires comenzarán a recorrer los vericuetos y los laberintos de la política local. ¡Basta de nombres! ¡Es hora de hombres!

Para que Argentina despegue, para que todos sus habitantes puedan comer, educarse y trabajar, debemos volver a pensar en grande. Intentar, de una vez, por todas, transformarnos en la Nación que nunca fuimos.

Pensar en grande significa definir políticas de Estado que, una vez consensuadas y explicadas con claridad por la clase dirigente, se transformen en inmutables, para que los argentinos podamos volver a sentirnos orgullosos de serlo, integrándonos así a un mundo que, como productores de alimentos y de bienes de alta calidad, nos empezará a necesitar imperiosamente.

Debemos salir de la terrible “nadidad” en la que nos hemos sumergido, abriendo nuestras fronteras a inversiones genuinas, a las que hay que brindarles toda la seguridad jurídica del caso.

Debemos volver a transformarnos en socios confiables de nuestros vecinos sudamericanos, en especial, y del mundo entero. Tenemos que adoptar una política internacional que nos lleve a sentarnos, por derecho propio, en las grandes mesas de negociación y decisión del globo, y mantenerla en el tiempo.

Debemos exigir a nuestros representantes que, antes de destruir todo cuanto se ha hecho, se analice a fondo la gestión de quienes los anteceden, para aprovechar todo lo bueno –siempre lo hay- para crecer desde allí. Tenemos que terminar con la permanente demolición de lo anterior, en todos los órdenes, porque hacer lo contrario nos ha impedido siempre contar con basamentos eficaces para el desarrollo.

Debemos, en fin, volver a ser serios. Así como es una falsedad total que “estemos condenados al éxito”, también lo es que lo estemos a la derrota y a la decadencia.

Llevamos en esta senda errada más de 50 años. En educación, mucho más, pues basta recordar que Sarmiento consiguió eliminar el analfabetismo y hoy éste campea en la sociedad argentina. Y la educación es la única herramienta de progreso genuino de los pueblos. Por ello, debemos exigir a quienes nos gobiernan que, pese a que no produce réditos inmediatos, inviertan fuerte y continuadamente en ella, sin intereses bastardos relacionados con el clientelismo y la dependencia.

Argentina puede –y debe- producir alimentos para 400 o 500 millones de personas. Para que eso suceda, debemos invertir –o conseguir quien lo haga- en infraestructura (caminos, energía, transportes). Para ello se necesita, prioritariamente, seguridad jurídica.

Hace ya mil años que dije que “con una Justicia independiente, todo es posible; sin ella, nada es posible”. Y llevamos siglos corrompiéndola, subordinándola a los intereses políticos del momento, aterrando a los jueces con persecuciones infundadas, retaceándole los presupuestos necesarios para cumplir eficazmente su labor.

Si esa Justicia independiente fuera una realidad, se terminaría de inmediato con el hambre y con la desnutrición, ya que los funcionarios que las permitieran terminarían, inmediatamente, con sus huesos en la cárcel.

Lo mismo sucedería con los legisladores que violaran la Constitución, delegando en el Ejecutivo las facultades del Congreso, o con los políticos que gastaran sumas inexplicables e inexplicadas en sus campañas, o con los impuestos injustos, o con la evasión fiscal, o con los funcionarios corruptos, o con las obras públicas sobrefacturadas, o con el uso con fines privados o partidarios de los bienes y los caudales públicos, o con la ilegal intervención del Estado en la actividad privada, o con miles de etcéteras.

¿Es que hemos perdido tanto nuestras ilusiones que ni siquiera podemos imaginar un país así?

¿Es que el “sálvese quien pueda” se ha adueñado de nuestras almas y de nuestros corazones?

¿Es que, con tal de poder decir “deme dos”, estamos dispuestos a seguir entregando el destino de nuestra Patria, de nuestros hijos y de nuestras fortunas a cualquiera?

¿Es que la capa adiposa con la que nos hemos rodeado nos impide sentir vergüenza por nuestra realidad y por el modo en que viven nuestros hermanos más pobres?

Cambiar todo esto es posible. Y es posible comenzar hoy.

Debemos hacerlo, y hacerlo ya.

En caso contrario, y estoy seguro de ello, veremos a la Argentina desmembrarse y desaparecer como entidad y como país independiente.

Bs.As., 5 Jul 09
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