martes, 4 de agosto de 2009

Brasil, Chile, Uruguay … ¿Argentina no?

Brasil, Chile, Uruguay … ¿Argentina no?

La verdadera desesperación que me llevó, días pasados, a escribir la nota a la titulé “Abatir al Tirano”, se ha agravado en los últimos días a raíz de un viaje relámpago que realicé a Brasil y que, aún leyendo las noticias argentinas, me impuso un nuevo marco a partir de la visión del país desde afuera.

He visto que, en nuestro gran vecino, la crisis internacional no solamente aparece como superada, sino que –en la opinión unánime de los analistas extranjeros- ese país –junto con Rusia, India y China- será quien traccionará al globo entero hacia una nueva era de prosperidad.

Al ver que su Presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, con ya seis años en el poder, goza de una aprobación de 80% entre su pueblo y, sin embargo, rechazó de plano cualquier intento de modificar la Constitución para perpetuarse en el poder, me cuesta mirar a nuestro país sin sentir la más amarga tristeza.

Y la obvia comparación con quienes gobiernan hoy a la Argentina se profundiza cuando recuerdo que Lula, un ex-obrero metalúrgico, ha sido propuesto por el propio Barack Obama para presidir el Banco Mundial cuando deje su cargo actual.

En Brasil, la venta de automóviles ha recuperado la caída producida por la crisis, y hoy esa demanda supera la oferta nacional, obligándolo a importar. El nivel de reservas internacionales ha alcanzado la fabulosa suma de US$ 400.000 millones, y el real se ha valorizado tanto que el cambio se encuentra en R$ 1,85 por dólar, sin que sus industriales se desesperen por obtener protecciones especiales.

Lula, sin inútiles declamaciones, ha conseguido que 20 millones de personas, 10% de la población de Brasil -un país que aún tiene niveles de desigualdad importantísimos pero ya comparables a los nuestros-, salga de la pobreza y acceda al consumo, generando una gran demanda de bienes y multiplicando la creación de puestos de trabajo.

Lula, además, y en una marcadísima diferencia con los Kirchner, ha destinado al sector rural de su país una masa enorme de dinero (más de R$ 30.000 millones) con vistas a extender aún más las superficies sembradas y la cría de ganado.

Brasil, que hace poco más de 30 años carecía de reservas de gas y de petróleo, hoy se transformado en uno de los países del mundo con mayores perspectivas de crecimiento en el sector, y su sector de la pre-sal es el descubrimiento de yacimientos más importante del siglo. Por su parte, Petrobras, su estatal de petróleo, gas y energía, es una de las más importantes empresas del mundo en la especialidad, y la mayor en operaciones off-shore.

Con total seguridad jurídica y la certidumbre del respeto a los contratos, el país es primer destino de las inversiones extranjeras directas en América Latina, seguido por Chile y Colombia.

Un país que, cuando yo era chico, exportaba bienes de poca calidad, hoy se da el lujo de equipar a casi todas las empresas de navegación aérea, incluidas muchas norteamericanas, con sus aviones Embraer, y ha alcanzado un desarrollo propio de tecnología nuclear que impresiona al mundo entero.

Cuando volvemos a la Argentina, y recordamos a don Néstor gritando desde las tribunas que el caos se produciría si el oficialismo perdiera las elecciones legislativas de mitad de mandato, como efectivamente ocurrió, resulta imposible ignorar que Lula gobierna, desde el principio, con un Congreso en el cual no cuenta con mayoría propia –en verdad, ni siquiera con la primera minoría- en ninguna de las cámaras.

El sábado pasado, O Globo publicó una comparación entre las historias de Dilma Rousseff, actual Ministro Jefe de la Casa Civil –el equivalente a nuestra Jefatura de Gabinete- y candidata de Lula y del PT a la sucesión presidencial en las elecciones de 2010, y de Michelle Bachelet, Presidente de Chile, que no podrá presentarse como candidata, pese a la enorme popularidad de la que goza (76%), a las próximas elecciones.

Es curioso cuánto se parecen ambas vidas. La brasileña fue guerrillera en su país contra el gobierno militar, y la chilena es hija de un militar que defendió a Allende contra la revolución de Pinochet. Las dos fueron encarceladas y torturadas por los respectivos regímenes totalitarios. Ambas, también, se transformaron en genuinas luchadoras por los derechos humanos en sus respectivos países.

Ninguna ha pretendido revanchismo alguno ni ha mirado la historia reciente con la actitud sesgada que ha sido la costumbre de nuestros Néstor y Cristina que, además, se han inventado un inexistente pasado de militancia y persecución política.

Ambas, una como jefa de Estado y la otra secundando a Lula, han encabezado la profunda transformación política de sus países y hoy encarnan a los regímenes que más han hecho por el progreso de sus economías y la mejora social de sus pueblos. Baste recordar que Chile cuenta ya con un fondo anticrisis de US$ 30.000 millones y que es el segundo país receptor de inversiones extranjeras directas en nuestra zona.

Lo mismo puede decirse de Tabaré Vázquez quien, a la cabeza de una coalición integrada por toda la izquierda uruguaya, incluidos aquéllos que militaron en Tupamaros, permitió que su país continuara su camino ascendente y logró no solamente que nuestros hermanos orientales recibieran ingentes inversiones externas sino que su democracia da pruebas permanentes de madurez y civilismo.

En cambio, la ceguera, la locura, el suicido o la maldad han convertido a doña Cristina, mandada por don Néstor, en la destructora de Argentina, en la caníbal de su interior, en la insana comandante de nuestro propio Titanic en la mayor fabricante de pobres que recuerde nuestra historia, en la cabeza de una banda delictiva aún impune, …

La desesperación a la que me referí al principio de esta nota se vincula, en este momento, con el borneo de los vientos que soplan sobre nuestra economía, que los Kirchner nos impedirán aprovechar para sacar a nuestro país del pozo en el que nos han metido por obra y gracia de cualquiera de las razones mencionadas en el párrafo anterior.

Entonces, sin que de manera alguna esto pueda interpretarse como una invitación a la ruptura del orden constitucional, ¿hasta cuándo seguiremos tolerando los argentinos que esta pareja siga haciendo de las suyas a costa nuestra? ¿Hasta cuándo consentiremos que nuestros compatriotas vivan en la miseria, que nuestros niños mueran en la primera edad, que exista la desnutrición, que siga destruyéndose nuestra educación pública, que los funcionarios y sus cómplices privados nos sigan robando, que continúe el escarnio y la detracción de nuestros más altos valores, que se nos prive de futuro?

Sigo pensando en que la solución pasa por la renuncia o el juicio político a doña Cristina, su reemplazo por el Vicepresidente, y el envío a la cárcel de don Néstor y todos sus cómplices y sus testaferros.

Pero esa solución necesita, de parte de toda la oposición, ¡de toda, en serio!, una grandeza tal que permita que el Gobierno cuente con un completo respaldo para atravesar esta transición, sin chicanas, zancadillas o posiciones personales o electoralistas.

Argentina, y nuestros hijos y nietos, merecen que le pongamos el hombro, que la ayudemos en conjunto para salir del pantano lleno de arenas movedizas y de granadas a punto de estallar que este fatídico matrimonio habrá dejado a su posteridad. Pero sólo cuando hayan dejado el poder pues, si lo hiciéramos antes, Kirchner y su banda aprovecharían la bonanza para perpetuarse en él.

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