Muchos muertos en uno
“Si la muerte pisa mi huerto,
¿quién firmará que he muerto
de muerte natural?
“¿Y quién será el nuevo dueño
“¿Y quién será el nuevo dueño
de mi casa y mis sueños
y mi sillón de mimbre?
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
He resistido, desde el miércoles hasta hoy, la tentación de escribir sobre el impacto de la muerte de Kirchner en la realidad política, en la marcha del país y en el futuro de la Argentina. Y lo he hecho para evitar caer en el análisis predictivo, necesariamente banalizado por la ignorancia acerca de los próximos pasos de doña Cristina.
El jueves por la tarde, al grabar un programa de televisión al que había sido invitado, y que se emitió esa misma noche, le dije al periodista en cuestión que había cometido un error convocándome, ya que no disponía de una bola de cristal en mi bagaje, y que hubiera sido mejor haberlo hecho con un psicólogo, que pudiera interpretar qué sucedería en la mentalidad de la viuda de un personaje tan particular.
Porque lo cierto es que, esa mañana, en el Calafate, murieron muchas personas a la vez: el marido de doña Cristina, el jefe político de la Presidente, el padre de Máximo, el Presidente del PJ oficial, el verdadero ministro de economía, el real presidente del Banco Central, el Secretario General de UNASUR, el conductor de la diplomacia nacional, el dueño de los negocios non sanctos, el jefe de los testaferros, el árbitro equilibrista entre tantos sectores con fuerzas contradictorias y enemistadas.
Esos roles deberán ser cubierto por una serie de personajes que rodearon, con mayor o menor proximidad, el féretro durante la prolongada ceremonia fúnebre.
No necesito reiterar aquí mi opinión acerca de la era K, inaugurada en mayo de 2003, pues mis notas están publicadas en mi blog y en muchos medios electrónicos nacionales y extranjeros, y tienen fecha cierta.
Un amigo brasileño, que me llamó el mismo miércoles para conocer mi parecer sobre el futuro inmediato, me dijo antes de cortar la comunicación: “En nuestros países, todos los muertos se convierten en santos”. Hoy, después del fallecimiento de don Néstor, pienso de él lo mismo que pensaba mientras vivió.
Pero, ahora, lo que importa es el futuro. Y éste me preocupa sobremanera. Kirchner, con todos sus enormes defectos y con su enriquecimiento ilícito y su corrupción desaforada, logró algo que sólo Perón había podido hacer: permanecer sobre el filo de la muralla que divide a la izquierda más combativa de la derecha más retrógrada, a los nuevos “jóvenes idealistas” de los caciques sindicales, a los piqueteros oficialistas de los barones del Conurbano, y hacerlo con relativo éxito.
A partir de mañana, comienza una nueva etapa en el país y en el Gobierno. ¿Llamará Mercedes Marcó del Pont a doña Cristina para pedir instrucciones concretas? ¿La Presidente ordenará cuánto se debe retirar del Tesoro del Banco Central? ¿Consultará Guillermo Moreno qué porcentaje de inflación debe acusar el INDEC? ¿Pichetto y Rossi conseguirán mantener unidas a las bancadas oficialistas sin don Néstor para disciplinarlas? ¿Quién manejará los grandes negocios familiares?
Porque, para doña Cristina y el universo de funcionarios que la rodean, son muchos muertos de golpe. Kirchner condujo el país, la economía y sus negocios con una forma absolutamente personal y centralizada, y hoy dejó demasiadas posiciones para cubrir simultáneamente.
He sostenido siempre que don Néstor, que no regaló nada en su vida, debía tener enormes contradocumentos o seguros contra la traición de sus testaferros en YPF, en las grandes constructoras de obras públicas, en las empresas eléctricas, en los casinos, en las compañías de servicios públicos, en los medios de comunicación. Llegué a decir, para ejemplificarlo, que estaba seguro de que, en la bóveda de la casa del Calafate, Kirchner debía mantener un hijo de cada uno de ellos. ¿Quién, del entorno de doña Cristina, conducirá esas relaciones tan complicadas?, porque me parece que a Máximo la tarea le quedará grande.
Pero, como dije, lo que hoy más me preocupa es el reemplazo en la administración de los conflictos entre las distintas alas del kirchnerismo que, con toda lógica política, comenzarán a disputarse los espacios de poder, y de dinero, a partir de mañana mismo.
¿Continuará Moyano ejerciendo, con su impudicia habitual, el mando de la CGT? ¿Lo permitirán sus colegas, que lo odian por haberles quitado afiliados y los fondos consecuentes? ¿Qué pasará con la CTA y su reclamo de personería gremial? ¿Y con las asambleas de delegados y las conducciones sindicales? ¿Qué harán los grupos piqueteros oficialistas que reclaman participación en la asignación de los planes? ¿Soltará doña Cristina la traílla de los jueces federales y los lanzará sobre Moyano?
¿Existe alguien que crea que quienes han recibido tantos favores monetarios del Gobierno y que hoy se sienten dueños de cuotas importantes de poder estén dispuestos a resignarlos a favor de sus contendientes, ahora que no está don Néstor para imponer su criterio?
Quienes tienen la edad de quien esto escribe recuerdan con nitidez qué pasó en la Argentina cuando murió Perón y las dos alas del justicialismo salieron a la calle a mantener y aumentar su importancia en el escenario de entonces. Si bien es rigurosamente cierto que doña Cristina no es Isabelita, también lo es que tampoco es Kirchner.
La adhesión que la muerte ha concitado en torno a su figura tendrá muy poco tiempo como monolítica. Las alas más combativas de los sindicatos saldrán a disputar el liderazgo de sus jefes, y todos sabemos cómo se resuelven, en la Argentina, esos conflictos en que hay tantos intereses, especialmente dinerarios, en juego.
Lo mismo sucederá en el Conurbano, donde los jefes territoriales deberán, ahora, evitar que Milagro Salas, Pérsico, la Cámpora y los demás les arrebaten cuotas de poder; en ambos sectores hay barrabravas, esos mismos que don Néstor intentó cooptar comprándolos a través de Hinchadas Unidas Argentinas.
El reciente asesinato de Ferreyra, fiel reflejo de una forma insana de luchar por espacios y privilegios, puede no ser más que el inicio de graves conflictos que doña Cristina deberá administrar, ahora sin don Néstor. ¿Podrá hacerlo?
Para las elecciones, previstas para octubre de 2011, falta un año. Demasiado tiempo para que la memoria tan frágil de los argentinos conserve la pátina de dolor y solidaridad que hoy puede estar empujando la imagen de doña Cristina hacia arriba.
Que 40.000 argentinos haya ido a la capilla ardiente a despedir a su jefe político, y que algunos más hayan permanecido en vigilia en la plaza, sobre todo por la presencia juvenil y militante, seguramente ha impresionado a muchos.
Y los problemas económicos que la Presidente deberá enfrentar, o agudizar, no serán un dato menor para su popularidad.
Me referiré a ellos en una futura nota, una vez que todos sepamos quiénes asumirán los diferentes roles vacantes dejados por don Néstor el miércoles; hoy, como dije, sería hacer futurología.
Sin embargo, hay datos reales para comenzar a evaluar ese futuro, como lo son, por ejemplo, que la ausencia de un enemigo manifiesto deje sin objetivos ni explicaciones a la pre-candidatura de algunos, o la forma en que fue conducida la ceremonia final, con tantas exclusiones obligadas y tanto sectarismo, o la frialdad en el saludo a Moyano o la importancia concedida a los amigos de Máximo.
Que Dios misericordioso se apiade del alma de don Néstor, que tanto ha marcado la nuestra.
El jueves por la tarde, al grabar un programa de televisión al que había sido invitado, y que se emitió esa misma noche, le dije al periodista en cuestión que había cometido un error convocándome, ya que no disponía de una bola de cristal en mi bagaje, y que hubiera sido mejor haberlo hecho con un psicólogo, que pudiera interpretar qué sucedería en la mentalidad de la viuda de un personaje tan particular.
Porque lo cierto es que, esa mañana, en el Calafate, murieron muchas personas a la vez: el marido de doña Cristina, el jefe político de la Presidente, el padre de Máximo, el Presidente del PJ oficial, el verdadero ministro de economía, el real presidente del Banco Central, el Secretario General de UNASUR, el conductor de la diplomacia nacional, el dueño de los negocios non sanctos, el jefe de los testaferros, el árbitro equilibrista entre tantos sectores con fuerzas contradictorias y enemistadas.
Esos roles deberán ser cubierto por una serie de personajes que rodearon, con mayor o menor proximidad, el féretro durante la prolongada ceremonia fúnebre.
No necesito reiterar aquí mi opinión acerca de la era K, inaugurada en mayo de 2003, pues mis notas están publicadas en mi blog y en muchos medios electrónicos nacionales y extranjeros, y tienen fecha cierta.
Un amigo brasileño, que me llamó el mismo miércoles para conocer mi parecer sobre el futuro inmediato, me dijo antes de cortar la comunicación: “En nuestros países, todos los muertos se convierten en santos”. Hoy, después del fallecimiento de don Néstor, pienso de él lo mismo que pensaba mientras vivió.
Pero, ahora, lo que importa es el futuro. Y éste me preocupa sobremanera. Kirchner, con todos sus enormes defectos y con su enriquecimiento ilícito y su corrupción desaforada, logró algo que sólo Perón había podido hacer: permanecer sobre el filo de la muralla que divide a la izquierda más combativa de la derecha más retrógrada, a los nuevos “jóvenes idealistas” de los caciques sindicales, a los piqueteros oficialistas de los barones del Conurbano, y hacerlo con relativo éxito.
A partir de mañana, comienza una nueva etapa en el país y en el Gobierno. ¿Llamará Mercedes Marcó del Pont a doña Cristina para pedir instrucciones concretas? ¿La Presidente ordenará cuánto se debe retirar del Tesoro del Banco Central? ¿Consultará Guillermo Moreno qué porcentaje de inflación debe acusar el INDEC? ¿Pichetto y Rossi conseguirán mantener unidas a las bancadas oficialistas sin don Néstor para disciplinarlas? ¿Quién manejará los grandes negocios familiares?
Porque, para doña Cristina y el universo de funcionarios que la rodean, son muchos muertos de golpe. Kirchner condujo el país, la economía y sus negocios con una forma absolutamente personal y centralizada, y hoy dejó demasiadas posiciones para cubrir simultáneamente.
He sostenido siempre que don Néstor, que no regaló nada en su vida, debía tener enormes contradocumentos o seguros contra la traición de sus testaferros en YPF, en las grandes constructoras de obras públicas, en las empresas eléctricas, en los casinos, en las compañías de servicios públicos, en los medios de comunicación. Llegué a decir, para ejemplificarlo, que estaba seguro de que, en la bóveda de la casa del Calafate, Kirchner debía mantener un hijo de cada uno de ellos. ¿Quién, del entorno de doña Cristina, conducirá esas relaciones tan complicadas?, porque me parece que a Máximo la tarea le quedará grande.
Pero, como dije, lo que hoy más me preocupa es el reemplazo en la administración de los conflictos entre las distintas alas del kirchnerismo que, con toda lógica política, comenzarán a disputarse los espacios de poder, y de dinero, a partir de mañana mismo.
¿Continuará Moyano ejerciendo, con su impudicia habitual, el mando de la CGT? ¿Lo permitirán sus colegas, que lo odian por haberles quitado afiliados y los fondos consecuentes? ¿Qué pasará con la CTA y su reclamo de personería gremial? ¿Y con las asambleas de delegados y las conducciones sindicales? ¿Qué harán los grupos piqueteros oficialistas que reclaman participación en la asignación de los planes? ¿Soltará doña Cristina la traílla de los jueces federales y los lanzará sobre Moyano?
¿Existe alguien que crea que quienes han recibido tantos favores monetarios del Gobierno y que hoy se sienten dueños de cuotas importantes de poder estén dispuestos a resignarlos a favor de sus contendientes, ahora que no está don Néstor para imponer su criterio?
Quienes tienen la edad de quien esto escribe recuerdan con nitidez qué pasó en la Argentina cuando murió Perón y las dos alas del justicialismo salieron a la calle a mantener y aumentar su importancia en el escenario de entonces. Si bien es rigurosamente cierto que doña Cristina no es Isabelita, también lo es que tampoco es Kirchner.
La adhesión que la muerte ha concitado en torno a su figura tendrá muy poco tiempo como monolítica. Las alas más combativas de los sindicatos saldrán a disputar el liderazgo de sus jefes, y todos sabemos cómo se resuelven, en la Argentina, esos conflictos en que hay tantos intereses, especialmente dinerarios, en juego.
Lo mismo sucederá en el Conurbano, donde los jefes territoriales deberán, ahora, evitar que Milagro Salas, Pérsico, la Cámpora y los demás les arrebaten cuotas de poder; en ambos sectores hay barrabravas, esos mismos que don Néstor intentó cooptar comprándolos a través de Hinchadas Unidas Argentinas.
El reciente asesinato de Ferreyra, fiel reflejo de una forma insana de luchar por espacios y privilegios, puede no ser más que el inicio de graves conflictos que doña Cristina deberá administrar, ahora sin don Néstor. ¿Podrá hacerlo?
Para las elecciones, previstas para octubre de 2011, falta un año. Demasiado tiempo para que la memoria tan frágil de los argentinos conserve la pátina de dolor y solidaridad que hoy puede estar empujando la imagen de doña Cristina hacia arriba.
Que 40.000 argentinos haya ido a la capilla ardiente a despedir a su jefe político, y que algunos más hayan permanecido en vigilia en la plaza, sobre todo por la presencia juvenil y militante, seguramente ha impresionado a muchos.
Y los problemas económicos que la Presidente deberá enfrentar, o agudizar, no serán un dato menor para su popularidad.
Me referiré a ellos en una futura nota, una vez que todos sepamos quiénes asumirán los diferentes roles vacantes dejados por don Néstor el miércoles; hoy, como dije, sería hacer futurología.
Sin embargo, hay datos reales para comenzar a evaluar ese futuro, como lo son, por ejemplo, que la ausencia de un enemigo manifiesto deje sin objetivos ni explicaciones a la pre-candidatura de algunos, o la forma en que fue conducida la ceremonia final, con tantas exclusiones obligadas y tanto sectarismo, o la frialdad en el saludo a Moyano o la importancia concedida a los amigos de Máximo.
Que Dios misericordioso se apiade del alma de don Néstor, que tanto ha marcado la nuestra.
Bs.As., 31 Oct 10
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1 comentario:
Para mi la muerte no santifica ni de por si redime.Me conduelo con cualquier familia ante la pérdida de un ser querido y esta no es la exepcion.Ud expresa tan claramente lo que aún desde mi ignorancia sobre los pormenores intuyo o sospecho que me permito citarlo en algunos sitios con un enlace.Muchas gracias.
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