De pánicos y esquizofrenias
Estas últimas semanas, los problemas que –dicen- afectan al aparato gastro-intestinal de don Néstor, se han trasladado al Congreso Nacional y a la Legislatura bonaerense, acarreando un verdadero flujo centrípeto de senadores y diputados, entre ellos varios de gran significación política.
Durante el mismo lapso, hemos visto a la pareja gobernante exponer, diariamente y desde una multiplicidad de atriles, sus reiterados conceptos bajo la forma de discursos o de arengas de campaña.
Cualquier estudioso del decir humano podrá confirmar que ambos –don Néstor y doña Cristina- reflejan, con su labia y con sus gestos, el pánico que los está acongojando. Y no es para menos.
Después de años de ejercicio del poder en forma dictatorial y omnímoda, hoy los Kirchner están perdiendo sangre. Y todos sabemos que una cosa es nadar entre tiburones cuando uno está entero y otra, muy diferente por cierto, lo es hacerlo con lastimaduras sangrantes.
Se han ido del redil ex gobernadores de peso político propio en sus provincias y, lo que es peor, la oposición ha aprendido la lección y ha comenzado a agruparse para la batalla. El discurso común ha mejorado y los derechos cercenados a la población –el control de los actos públicos y el ejercicio independiente de la Justicia, amén del manejo de los fondos-, que ésta disculpaba en épocas de bonanza económica, comienzan a transformarse en un reclamo común.
La diáspora kirchnerista en el Congreso puede producir, a corto plazo, la pérdida de las mayorías para los bloques oficialistas.
¿Qué implicaría eso? Pues todo. El Gobierno podría ver cómo se le escurren de las manos, cual granos de arena, los instrumentos sobre los cuales ha construido las bases del poder que ejerció, del modo en que lo hizo, durante los últimos seis años.
Así, es dable pensar que la oposición podría derogar los “super-poderes” otorgados por un artículo de la Ley de Presupuesto, podría volver atrás con la modificación en la composición del Consejo de la Magistratura, podría revisar las retenciones a las exportaciones –que concentran la recaudación en el Ejecutivo nacional- y podría exigir la aplicación de la Ley de Coparticipación Federal.
En el esquema de poder de don Néstor, eso resultaría más que dramático. Los jueces, que hasta hoy tascan el freno ante la amenaza que configuran Kunkel y Conti en el Consejo, desempolvarían las causas por corrupción y saldrían, con el cuchillo entre los dientes, a buscar a los propios Kirchner, a los de Vido, a los Jaime y a los grandes empresarios amigos del Gobierno.
La “caja”, por su parte y por obra y gracia tanto de la crisis internacional, que repercute gravemente sobre el consumo interno, cuanto de la sequía y la caída en los precios internacionales de nuestros productos de exportación, se ha transformado en una frazada muy corta.
No permitirá, al mismo tiempo, atender a los subsidios que tan generosamente reparte el Gobierno, cumplir con los compromisos financieros externos, cumplir el prometido plan de obras públicas ni, mucho menos, crear una red de seguridad que permita que los futuros desocupados puedan cobrar un razonable seguro de desempleo. Don Néstor tendrá que optar entre todos esos objetivos, y cualquier opción será muy mala para su salud electoral.
El Gobierno, que dilapidó los ingresos que trajeron en sus alforjas los varios años de crecimiento del PBI, no cuenta con un fondo anticrisis, como sí lo tienen Chile, Colombia y Brasil.
Doña Cristina, todos los días y, a veces, en varias oportunidades diarias, anuncia nuevas medidas para paliar la crisis y evitar la profundización de la franca recesión en que ya se encuentra el país. Ya puso en escena planes para comprar autos, tractores, camiones y bicicletas; mañana, seguramente, llegará el turno de los pela-papas.
Sin embargo, todos esos planes dependen, para tener éxito, de que la gente acepte endeudarse para comprar esos bienes, aún cuando la tasa de interés ofrecida sea subsidiada a costa del futuro de los jubilados. Están fracasando, precisamente, porque nadie tiene hoy, en Argentina, su trabajo asegurado y, por ello, no sabe si mañana podrá pagar lo que compre: lo más probable, y así lo cree, es que no.
Además, continúa prometiendo inversiones mil veces anunciadas, la construcción de viviendas mil veces aseguradas, la inauguración de tramos de rutas, de mini escuelas y hasta de cabinas de teléfono. Hasta ahora, la verdadera diáspora de los barones del Conurbano y de los gobernadores K ha sido suave, pero se acelerará rápidamente ante la no llegada de esos fondos, necesarios para esas demostraciones y para llenar esos bolsillos. Hay que recordar que “el peronismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no se entierra con vos”. Y esa puerta, hoy, está a la vuelta de la esquina, y los leales caudillos –alquilados, hasta ahora, por don Néstor- saben mucho de política.
De Angeli y los chacareros entrerrianos, con la toma de una sucursal, han puesto al Gobierno, y a sus amigos banqueros, en otro brete de hierro: aceptan las condiciones exigidas -y, al día siguiente, todas las sucursales bancarias del país estarán ocupadas-, o las rechazan, desencadenando una imposible represión sobre los endeudados productores.
Vamos, ahora, a la segunda parte del título de esta nota.
El discurso oficial, sea de don Néstor, sea de doña Cristina, no puede ser más esquizofrénico.
La Presidente llama al diálogo y, desde el atril, continúa agrediendo, con los mismos, descabellados e injustos argumentos, al campo y al interior del país. Habla de distribución de la riqueza desde su malhabida fortuna patagónica y criticando a productores que, entre las retenciones y la sequía, han perdido todo.
A la vez, hace caso omiso de quienes reclaman que tributen igualmente el juego y los otros intereses que mantienen ocupados a los López, a los Báez, a los Ulloa, a los Eskenazi, a los ElectroIngeniería, a los vendedores y compradores de facturas truchas, a los constructores de obras públicas mil veces sobrevaluadas, a los adquirentes -por monedas- de compañías a las cuales el Gobierno previamente destruye.
Habla de redistribución del ingreso explicando -con ese tono suyo tan magistral, al cual le ha sumado ahora una gesticulación pretendidamente amable- que desde mayo de 2003 todo ha cambiado en el país, cuando la realidad es bien distinta.
Su Indec continúa falseando los datos hasta convertirlos en risibles, a tal punto que se ha dado la paradoja que, por mentir un crecimiento inexistente, la deuda externa aumentara en diciembre en lugar de reducirse. Pero lo complicado es que don Néstor y la Presidente parecen creer esos embustes, fabricados por ellos mismos, “Lassie” Moreno mediante.
Y entonces, y esto es gravísimo, ignoran el crecimiento de la pobreza y de la indigencia, ocultas tras la fachada de las cifras del índice de precios al consumidor y del costo de la canasta básica.
Esa ignorancia –o, mejor, esa negación- hace que los subsidios que el Gobierno ha derrochado a troche y moche durante todos estos años, y que intentará continuar haciendo en éste, por su carácter de electoral, se destinen a las clases más acomodadas de la sociedad, en desmedro de quienes realmente los necesitan.
Pregúntense ustedes mismos si es razonable que quienes disponemos de gas por cañería paguemos en nuestros hogares facturas bimestrales de $ 20, mientras que la mayor parte del Conurbano, que debe recurrir a las garrafas, pague hasta $ 100 en el mismo lapso. O si resulta justo que, a través de sus impuestos (fundamentalmente, el IVA) sobre los alimentos que consumen, los más pobres paguen una universidad pública a la cual sus hijos no podrán asistir nunca. Lo mismo sucede con el agua, con la electricidad y, sobre todo, con el transporte público.
Hace unos días, difundí un documento llamado “Una depresión de expectativas”, del Centro de Estudios Públicos, escrito por el Dr. Mario Teijeiro. Recomiendo enfáticamente su lectura, pues explica, por cierto que mucho mejor que yo, los desafíos que, como país, tenemos por delante.
Pero volviendo a la esquizofrenia del discurso oficial, no puedo dejar de olvidar a don Néstor y su nueva versión de pastor de almas televisivo. Llama a sus aplaudidores alquilados a poner la otra mejilla, a olvidar las afrentas, a rodearse de paz y amor y, a la vez, despotrica como un energúmeno contra el campo, contra la oposición, contra la prensa indócil o contra los organismos multilaterales de crédito. En este último caso, además, se trata de una actitud suicida, ya que su cómplice Hugo Chávez, por la baja de los precios del petróleo, no podrá llegar en auxilio de las exhaustas finanzas gubernamentales, ni aún a tasas de usura.
Dice que no es momento de candidaturas y, contemporáneamente, ruega que sus –cree- fieles salgan, casa por casa, a pedir apoyo al Gobierno en las elecciones de octubre.
Pide la unión de los argentinos, y niega hasta la presencia de los Granaderos porque Cobos asiste a un acto. Sigue hablando de manos limpias, mientras los fondos de Santa Cruz continúan en el limbo y sus funcionarios ostentan el record absoluto de denuncias penales, o su chofer se transforma en millonario.
Con los atriles oficiales o partidarios de ambos K, donde la esquizofrenia se junta con el pánico, tenemos cerrado el círculo infernal en el que se mueve este crucial momento de la Argentina.
¡Pobre país el nuestro, que nos tiene a los argentinos como electores!
Buenos Aires, 26 Feb 09
Estas últimas semanas, los problemas que –dicen- afectan al aparato gastro-intestinal de don Néstor, se han trasladado al Congreso Nacional y a la Legislatura bonaerense, acarreando un verdadero flujo centrípeto de senadores y diputados, entre ellos varios de gran significación política.
Durante el mismo lapso, hemos visto a la pareja gobernante exponer, diariamente y desde una multiplicidad de atriles, sus reiterados conceptos bajo la forma de discursos o de arengas de campaña.
Cualquier estudioso del decir humano podrá confirmar que ambos –don Néstor y doña Cristina- reflejan, con su labia y con sus gestos, el pánico que los está acongojando. Y no es para menos.
Después de años de ejercicio del poder en forma dictatorial y omnímoda, hoy los Kirchner están perdiendo sangre. Y todos sabemos que una cosa es nadar entre tiburones cuando uno está entero y otra, muy diferente por cierto, lo es hacerlo con lastimaduras sangrantes.
Se han ido del redil ex gobernadores de peso político propio en sus provincias y, lo que es peor, la oposición ha aprendido la lección y ha comenzado a agruparse para la batalla. El discurso común ha mejorado y los derechos cercenados a la población –el control de los actos públicos y el ejercicio independiente de la Justicia, amén del manejo de los fondos-, que ésta disculpaba en épocas de bonanza económica, comienzan a transformarse en un reclamo común.
La diáspora kirchnerista en el Congreso puede producir, a corto plazo, la pérdida de las mayorías para los bloques oficialistas.
¿Qué implicaría eso? Pues todo. El Gobierno podría ver cómo se le escurren de las manos, cual granos de arena, los instrumentos sobre los cuales ha construido las bases del poder que ejerció, del modo en que lo hizo, durante los últimos seis años.
Así, es dable pensar que la oposición podría derogar los “super-poderes” otorgados por un artículo de la Ley de Presupuesto, podría volver atrás con la modificación en la composición del Consejo de la Magistratura, podría revisar las retenciones a las exportaciones –que concentran la recaudación en el Ejecutivo nacional- y podría exigir la aplicación de la Ley de Coparticipación Federal.
En el esquema de poder de don Néstor, eso resultaría más que dramático. Los jueces, que hasta hoy tascan el freno ante la amenaza que configuran Kunkel y Conti en el Consejo, desempolvarían las causas por corrupción y saldrían, con el cuchillo entre los dientes, a buscar a los propios Kirchner, a los de Vido, a los Jaime y a los grandes empresarios amigos del Gobierno.
La “caja”, por su parte y por obra y gracia tanto de la crisis internacional, que repercute gravemente sobre el consumo interno, cuanto de la sequía y la caída en los precios internacionales de nuestros productos de exportación, se ha transformado en una frazada muy corta.
No permitirá, al mismo tiempo, atender a los subsidios que tan generosamente reparte el Gobierno, cumplir con los compromisos financieros externos, cumplir el prometido plan de obras públicas ni, mucho menos, crear una red de seguridad que permita que los futuros desocupados puedan cobrar un razonable seguro de desempleo. Don Néstor tendrá que optar entre todos esos objetivos, y cualquier opción será muy mala para su salud electoral.
El Gobierno, que dilapidó los ingresos que trajeron en sus alforjas los varios años de crecimiento del PBI, no cuenta con un fondo anticrisis, como sí lo tienen Chile, Colombia y Brasil.
Doña Cristina, todos los días y, a veces, en varias oportunidades diarias, anuncia nuevas medidas para paliar la crisis y evitar la profundización de la franca recesión en que ya se encuentra el país. Ya puso en escena planes para comprar autos, tractores, camiones y bicicletas; mañana, seguramente, llegará el turno de los pela-papas.
Sin embargo, todos esos planes dependen, para tener éxito, de que la gente acepte endeudarse para comprar esos bienes, aún cuando la tasa de interés ofrecida sea subsidiada a costa del futuro de los jubilados. Están fracasando, precisamente, porque nadie tiene hoy, en Argentina, su trabajo asegurado y, por ello, no sabe si mañana podrá pagar lo que compre: lo más probable, y así lo cree, es que no.
Además, continúa prometiendo inversiones mil veces anunciadas, la construcción de viviendas mil veces aseguradas, la inauguración de tramos de rutas, de mini escuelas y hasta de cabinas de teléfono. Hasta ahora, la verdadera diáspora de los barones del Conurbano y de los gobernadores K ha sido suave, pero se acelerará rápidamente ante la no llegada de esos fondos, necesarios para esas demostraciones y para llenar esos bolsillos. Hay que recordar que “el peronismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no se entierra con vos”. Y esa puerta, hoy, está a la vuelta de la esquina, y los leales caudillos –alquilados, hasta ahora, por don Néstor- saben mucho de política.
De Angeli y los chacareros entrerrianos, con la toma de una sucursal, han puesto al Gobierno, y a sus amigos banqueros, en otro brete de hierro: aceptan las condiciones exigidas -y, al día siguiente, todas las sucursales bancarias del país estarán ocupadas-, o las rechazan, desencadenando una imposible represión sobre los endeudados productores.
Vamos, ahora, a la segunda parte del título de esta nota.
El discurso oficial, sea de don Néstor, sea de doña Cristina, no puede ser más esquizofrénico.
La Presidente llama al diálogo y, desde el atril, continúa agrediendo, con los mismos, descabellados e injustos argumentos, al campo y al interior del país. Habla de distribución de la riqueza desde su malhabida fortuna patagónica y criticando a productores que, entre las retenciones y la sequía, han perdido todo.
A la vez, hace caso omiso de quienes reclaman que tributen igualmente el juego y los otros intereses que mantienen ocupados a los López, a los Báez, a los Ulloa, a los Eskenazi, a los ElectroIngeniería, a los vendedores y compradores de facturas truchas, a los constructores de obras públicas mil veces sobrevaluadas, a los adquirentes -por monedas- de compañías a las cuales el Gobierno previamente destruye.
Habla de redistribución del ingreso explicando -con ese tono suyo tan magistral, al cual le ha sumado ahora una gesticulación pretendidamente amable- que desde mayo de 2003 todo ha cambiado en el país, cuando la realidad es bien distinta.
Su Indec continúa falseando los datos hasta convertirlos en risibles, a tal punto que se ha dado la paradoja que, por mentir un crecimiento inexistente, la deuda externa aumentara en diciembre en lugar de reducirse. Pero lo complicado es que don Néstor y la Presidente parecen creer esos embustes, fabricados por ellos mismos, “Lassie” Moreno mediante.
Y entonces, y esto es gravísimo, ignoran el crecimiento de la pobreza y de la indigencia, ocultas tras la fachada de las cifras del índice de precios al consumidor y del costo de la canasta básica.
Esa ignorancia –o, mejor, esa negación- hace que los subsidios que el Gobierno ha derrochado a troche y moche durante todos estos años, y que intentará continuar haciendo en éste, por su carácter de electoral, se destinen a las clases más acomodadas de la sociedad, en desmedro de quienes realmente los necesitan.
Pregúntense ustedes mismos si es razonable que quienes disponemos de gas por cañería paguemos en nuestros hogares facturas bimestrales de $ 20, mientras que la mayor parte del Conurbano, que debe recurrir a las garrafas, pague hasta $ 100 en el mismo lapso. O si resulta justo que, a través de sus impuestos (fundamentalmente, el IVA) sobre los alimentos que consumen, los más pobres paguen una universidad pública a la cual sus hijos no podrán asistir nunca. Lo mismo sucede con el agua, con la electricidad y, sobre todo, con el transporte público.
Hace unos días, difundí un documento llamado “Una depresión de expectativas”, del Centro de Estudios Públicos, escrito por el Dr. Mario Teijeiro. Recomiendo enfáticamente su lectura, pues explica, por cierto que mucho mejor que yo, los desafíos que, como país, tenemos por delante.
Pero volviendo a la esquizofrenia del discurso oficial, no puedo dejar de olvidar a don Néstor y su nueva versión de pastor de almas televisivo. Llama a sus aplaudidores alquilados a poner la otra mejilla, a olvidar las afrentas, a rodearse de paz y amor y, a la vez, despotrica como un energúmeno contra el campo, contra la oposición, contra la prensa indócil o contra los organismos multilaterales de crédito. En este último caso, además, se trata de una actitud suicida, ya que su cómplice Hugo Chávez, por la baja de los precios del petróleo, no podrá llegar en auxilio de las exhaustas finanzas gubernamentales, ni aún a tasas de usura.
Dice que no es momento de candidaturas y, contemporáneamente, ruega que sus –cree- fieles salgan, casa por casa, a pedir apoyo al Gobierno en las elecciones de octubre.
Pide la unión de los argentinos, y niega hasta la presencia de los Granaderos porque Cobos asiste a un acto. Sigue hablando de manos limpias, mientras los fondos de Santa Cruz continúan en el limbo y sus funcionarios ostentan el record absoluto de denuncias penales, o su chofer se transforma en millonario.
Con los atriles oficiales o partidarios de ambos K, donde la esquizofrenia se junta con el pánico, tenemos cerrado el círculo infernal en el que se mueve este crucial momento de la Argentina.
¡Pobre país el nuestro, que nos tiene a los argentinos como electores!
Buenos Aires, 26 Feb 09
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