Cintura política y cinismo exagerado
Anoche, por televisión, asistí a dos momentos significativos de la realidad política de Argentina.
El primero fue la reacción, rapidísima por cierto, de la Mesa de Enlace al discurso de doña Cristina. En un movimiento perfecto, el campo puso –otra vez- el problema en manos de la Presidente y de su marido.
Hace muy poco tiempo, en otro artículo, me permití aconsejar a la dirigencia agropecuaria que comunicara mejor y mucho más simplemente su realidad a la gente. Ésta, lamentablemente, no percibe aún la magnitud del desastre que afecta al único sector dinámico e innovador de nuestra economía, y el Gobierno contribuye a esa ignorancia y a esa confusión con mentirosos videos propagandísticos que muestran una prosperidad irreal.
El interior del país está quebrado. No solamente está afectado el productor sino, como en una cadena, el comercio y la industria que lo atienden y lo proveen de insumos y maquinarias agrícolas. Ya desde hace casi tres años, a don Néstor se le ocurrió la peregrina idea de destruir uno de los fundamentos más importantes –tal vez, el único real y genuino- de la economía nacional, prohibiendo las exportaciones de carne.
Califiqué, entonces, esa actitud como inexplicable, ya que sólo era comparable a la de un imaginario jeque loco del Golfo Pérsico que prendiera fuego o tapara los pozos de petróleo, que son la única fuente de prosperidad de los países que lo conforman.
Sólo la demencia setentista y retrógrada del señor K pudo imaginar un dislate semejante.
Luego vinieron las prohibiciones de exportar trigo, maíz y leche, la aplicación de salvajes retenciones a la actividad agropecuaria, el desquiciante manejo de mercados, estadísticas y organismos técnicos, en ninguneo a los dirigentes sectoriales, la absoluta falta de diálogo, la arbitraria y atrabiliaria conducción de la ONCAA, etc.. Y San Pedro contribuyó a complicar ese siniestro escenario con una sequía que no recuerda antecedentes en los últimos sesenta años.
Sin embargo, el campo dio ayer una magistral lección de alta política. Primero, al esperar el anunciado discurso de doña Cristina en los jardines de Olivos y, luego, al responder al mismo levantando un paro, ese momento “inevitable”.
De haberse concretado esa medida de fuerza, seguramente no hubiera tenido repercusión alguna, toda vez que, en especial los ganaderos, los productores hubieran debido transgredirla para evitar la mortandad de sus animales (que ya supera las 500.000 cabezas) o la quiebra de sus emprendimientos.
Además, hubiera sido mal visto por la población en general que el campo próspero –pintado por la publicidad oficial- sostuviera, en un momento tan dramático, un reclamo sectorial.
La Mesa de Enlace reaccionó ante el disparate con inteligencia y como correspondía: levantó el paro y reiteró el pedido de una audiencia a doña Cristina. Con ello, puso al Gobierno en un brete de hierro (que fue reflejado en el diálogo cruzado entre Biolcati y el inefable Ministro del Interior, don Randazzo): la Presidente llama al campo a una reunión de verdadero diálogo o demuestra que es una irrecuperable mentirosa.
Y aquí llegamos a la segunda parte del título de esta nota, es decir, al discurso de doña Cristina, en su atril al aire libre y rodeada de gente humilde.
La señora parece marciana. No es posible que, a pesar de invocar permanentemente la continuidad de la ¿gesta? Inaugurada por don Néstor en 2003 -¡hace ya casi seis años!- se refiera a la pobreza estructural de la Argentina como algo sobreviviente, como la sequía, con lo cual ni ella ni su marido tuvieran algo que ver.
¿Cómo no se le cae la cara de vergüenza cuando dice que el campo reclama, con una manifiesta falta de solidaridad, una rebaja en los impuestos? ¿Ignora o, peor, niega la palmaria realidad?
La voz que calificó a los productores de “oligarcas” y llamó a sus espontáneas manifestaciones “piquetes de la abundancia”, jamás se refirió a la fortuna que está haciendo, aún hoy, la banda constituida por sus empresarios amigos, sus funcionarios cómplices y sus socios en los casinos.
La persona que habló, una vez más, de solidaridad con los desposeídos insulta a los argentinos con la exhibición del lujo más obsceno. La socia del Gobernador de Santa Cruz que se llevó, hace casi veinte años, US$ 1.000 millones al exterior, sin dar nunca explicación alguna agrede a la memoria de los argentinos.
La Presidente que vetó la ley que prohibía actividades contaminantes en las fuentes de agua andinas, votada por unanimidad en el Congreso, y que no insta a sus obsecuentes legisladores a votar la Ley de Bosques, imputó al campo por el desastre de Tartagal.
El Poder Ejecutivo que falsifica, a través de la manipulación del Indec, el verdadero y ya innegable crecimiento de la pobreza, la indigencia y la marginalidad, sigue hablando de su política de “inclusión”.
¿No es exagerado, ya, el cinismo de la pareja imperial?
Buenos Aires, 13 Feb 09.
Anoche, por televisión, asistí a dos momentos significativos de la realidad política de Argentina.
El primero fue la reacción, rapidísima por cierto, de la Mesa de Enlace al discurso de doña Cristina. En un movimiento perfecto, el campo puso –otra vez- el problema en manos de la Presidente y de su marido.
Hace muy poco tiempo, en otro artículo, me permití aconsejar a la dirigencia agropecuaria que comunicara mejor y mucho más simplemente su realidad a la gente. Ésta, lamentablemente, no percibe aún la magnitud del desastre que afecta al único sector dinámico e innovador de nuestra economía, y el Gobierno contribuye a esa ignorancia y a esa confusión con mentirosos videos propagandísticos que muestran una prosperidad irreal.
El interior del país está quebrado. No solamente está afectado el productor sino, como en una cadena, el comercio y la industria que lo atienden y lo proveen de insumos y maquinarias agrícolas. Ya desde hace casi tres años, a don Néstor se le ocurrió la peregrina idea de destruir uno de los fundamentos más importantes –tal vez, el único real y genuino- de la economía nacional, prohibiendo las exportaciones de carne.
Califiqué, entonces, esa actitud como inexplicable, ya que sólo era comparable a la de un imaginario jeque loco del Golfo Pérsico que prendiera fuego o tapara los pozos de petróleo, que son la única fuente de prosperidad de los países que lo conforman.
Sólo la demencia setentista y retrógrada del señor K pudo imaginar un dislate semejante.
Luego vinieron las prohibiciones de exportar trigo, maíz y leche, la aplicación de salvajes retenciones a la actividad agropecuaria, el desquiciante manejo de mercados, estadísticas y organismos técnicos, en ninguneo a los dirigentes sectoriales, la absoluta falta de diálogo, la arbitraria y atrabiliaria conducción de la ONCAA, etc.. Y San Pedro contribuyó a complicar ese siniestro escenario con una sequía que no recuerda antecedentes en los últimos sesenta años.
Sin embargo, el campo dio ayer una magistral lección de alta política. Primero, al esperar el anunciado discurso de doña Cristina en los jardines de Olivos y, luego, al responder al mismo levantando un paro, ese momento “inevitable”.
De haberse concretado esa medida de fuerza, seguramente no hubiera tenido repercusión alguna, toda vez que, en especial los ganaderos, los productores hubieran debido transgredirla para evitar la mortandad de sus animales (que ya supera las 500.000 cabezas) o la quiebra de sus emprendimientos.
Además, hubiera sido mal visto por la población en general que el campo próspero –pintado por la publicidad oficial- sostuviera, en un momento tan dramático, un reclamo sectorial.
La Mesa de Enlace reaccionó ante el disparate con inteligencia y como correspondía: levantó el paro y reiteró el pedido de una audiencia a doña Cristina. Con ello, puso al Gobierno en un brete de hierro (que fue reflejado en el diálogo cruzado entre Biolcati y el inefable Ministro del Interior, don Randazzo): la Presidente llama al campo a una reunión de verdadero diálogo o demuestra que es una irrecuperable mentirosa.
Y aquí llegamos a la segunda parte del título de esta nota, es decir, al discurso de doña Cristina, en su atril al aire libre y rodeada de gente humilde.
La señora parece marciana. No es posible que, a pesar de invocar permanentemente la continuidad de la ¿gesta? Inaugurada por don Néstor en 2003 -¡hace ya casi seis años!- se refiera a la pobreza estructural de la Argentina como algo sobreviviente, como la sequía, con lo cual ni ella ni su marido tuvieran algo que ver.
¿Cómo no se le cae la cara de vergüenza cuando dice que el campo reclama, con una manifiesta falta de solidaridad, una rebaja en los impuestos? ¿Ignora o, peor, niega la palmaria realidad?
La voz que calificó a los productores de “oligarcas” y llamó a sus espontáneas manifestaciones “piquetes de la abundancia”, jamás se refirió a la fortuna que está haciendo, aún hoy, la banda constituida por sus empresarios amigos, sus funcionarios cómplices y sus socios en los casinos.
La persona que habló, una vez más, de solidaridad con los desposeídos insulta a los argentinos con la exhibición del lujo más obsceno. La socia del Gobernador de Santa Cruz que se llevó, hace casi veinte años, US$ 1.000 millones al exterior, sin dar nunca explicación alguna agrede a la memoria de los argentinos.
La Presidente que vetó la ley que prohibía actividades contaminantes en las fuentes de agua andinas, votada por unanimidad en el Congreso, y que no insta a sus obsecuentes legisladores a votar la Ley de Bosques, imputó al campo por el desastre de Tartagal.
El Poder Ejecutivo que falsifica, a través de la manipulación del Indec, el verdadero y ya innegable crecimiento de la pobreza, la indigencia y la marginalidad, sigue hablando de su política de “inclusión”.
¿No es exagerado, ya, el cinismo de la pareja imperial?
Buenos Aires, 13 Feb 09.
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