miércoles, 13 de enero de 2010

Exégesis de disparates

Exégesis de disparates

“Si hay que violar el derecho,
que sea para reinar.
¡En lo demás, observa la moral!”
Eurípides


Es curioso que, releyendo los títulos de algunas de las columnas que publiqué en el pasado, y que se encuentran en mi blog, me parezca que todo sigue igual, pero aumentado y magnificado.

Varias, tales como “Abusos contra una sociedad apática” (25 Ago 09), “Bienvenidos al paraíso de Goebbels” (6 Ago 09), “Chavismo en acción” (3 Jun 09), “El prototipo del caradura” (9 Dic 08), etc., etc., podrían ser reescritas hoy mismo, pero en una gradación superior.

Ayer, martes, tanto el elegantísimo Ministro de Economía, don Amadito (¿por quién?) cuanto la señora que ocupa, representando a su marido, el sillón de Rivadavia, hicieron gala de una desfachatez poco común, sólo antes vista en otros políticos carentes, por completo, de escrúpulos.

Hoy quisiera detenerme para hacer una análisis de alguna de las cosas que doña Cristina explicó a la población en un discurso asestado desde uno de los innumerables atriles de los que dispone en la Casa de Gobierno. Ante una audiencia conformada por un gran grupo de desconocidos (no estaba ninguno de los aplaudidores profesionales, provenientes de las empresas, de los bancos y de los sindicatos), la mandada del tirano de Olivos se dio todos los lujos, en medio de sus sonrisas, sus chicanas y sus mohines habituales.

Gracias a la señera palabra presidencial, los argentinos pudimos enterarnos del poder del grupo Clarín, hoy personificado por Cristinita y su marido en el señor Magnetto, que llega hasta influir decisivamente en las decisiones de un Juez norteamericano designado, hace más de treinta años, durante la presidencia de Richard Nixon.

A partir de esa premisa, la conspiración que encabeza el “monopolio multimediático” pasó a estar integrada por el travestido Hernán Martín Pérez Redrado, los gerentes del Banco Central, el Vicepresidente Cobos, la Juez “delivery” Sarmiento, los “fondos buitre”, el diario La Nación, varios jueces que han resuelto la inconstitucionalidad de la Ley de Medios, los opositores de toda laya y los choferes de taxis, sin cuya esencial colaboración todos los anteriores no hubieran podido llegar a ejercer sus funciones dentro del complot.

La Nación, nos enseñó doña Cristina, se ha dado el lujo de anticipar sentencias judiciales, demostrando con ello no un acabado conocimiento del derecho por parte de sus periodistas, sino la decisiva influencia que tiene ese diario sobre el Poder Judicial.

La señora Juez, según nos fue arrojado desde el atril, trató de diferente manera a los abogados de los diputados opositores, que pidieron una medida cautelar respecto al Decreto NyU 2010/09, y del Presidente del Banco Central, alzado contra el Decreto NyU 18/10, que a los abogados del Gobierno. Y no lo hizo por atenerse, estrictamente, a la ley vigente y por la impericia de los letrados gubernamentales sino, sospechosamente, porque con ello favorecía las malignas y criminales intenciones de los tenedores de bonos.

Tengo muchos acreedores, y me consta que estos rezan verdaderas novenas para que me vaya bien en la profesión que ejerzo y, así, pueda hacerme del dinero necesario para pagar mis deudas. En cambio, los malignos conspiradores, que todos los días “ponen palos en la rueda” del exitoso proyecto económico K, prefieren –en la imaginación de doña Cristina- que a los argentinos nos vaya mal, ya que prefieren eso a cobrar sus acreencias. ¿Puede pedirse al Gobierno una prueba mejor de la maldad de los “fondos buitre”?

Pero vayamos, ahora sí, a los coincidentes discursos de don Néstor (en Santa Teresita, durante el fin de semana), de don Amadito y de doña Cristina.

En primer término, un brevísimo análisis de la forma elegida para crear el famoso Fondo del Bicentenario. Ninguno de los tres consiguió explicar, más allá de la “coyuntura internacional” que mantiene bajas las tasas de interés, por qué se optó por un DNU, firmado sólo cuatro días después de que el Congreso entrara en receso estival.

Como el mundo real –no el de “un país en serio”, gobernado por un matrimonio con vocación imperial- se mueve más lentamente que una montaña rusa, la misma tasa que regía para los mercados de deuda el 14 de diciembre lo hacía cuatro días antes, lo sigue haciendo y lo hará por algún tiempo más.

Amén de hacer que doña Cristina firmara el DNU para apropiarse de las reservas, el tirano de Olivos hizo que su brillante cónyuge, “amiga y compañera de toda la vida”, obviara la convocatoria a sesiones extraordinarias del Congreso y, ni siquiera, de la Comisión Bicameral que debe dictaminar sobre la validez, o la falta de ella, de la sesuda pieza jurídica mediante la cual se pretendió, literalmente, asaltar al Banco Central.

Más demostrativo aún de las aviesas intenciones con que don Néstor miraba a los cofres donde se encuentran las reservas nacionales, es el hecho de haber pretendido hacerse de ellas para “aumentar la garantía de pago a los acreedores” respecto a obligaciones que sólo vencerán dentro de siete meses, en agosto de 2010. Ello sólo desacredita la urgencia esgrimida por el Gobierno en ese round.

La vorágine en que se han venido desarrollando los acontecimientos, al ritmo de las estupideces gubernamentales, hizo que pasara casi desapercibido el hecho de que el famoso DNU se pretendía llevar, en el acto, seis mil quinientos millones de dólares, pero que ese no era el límite que la falsa norma legal imponía; en realidad, el saqueo hubiera podido extenderse hasta los quince mil millones.

Tampoco hubo, salvo el sinceridio del Viceministro de Economía, don Felletti, explicación alguna acerca de la necesidad de duplicar la partida que, exactamente destinada a los mismos fines, se encuentra en el Presupuesto 2010, ya aprobado por el Congreso.

Otro punto notable es que don Martincito, que había obedecido órdenes similares en un pasado muy reciente, recibió la orden de transferir esos fondos, ya que los mismos constituían reservas de “libre disponibilidad”, es decir, que excedían el respaldo técnico que debieran tener los pesos que tenemos en nuestras billeteras y en nuestras cuentas. Ese concepto, la excedencia, corresponde a la denostada Convertibilidad cuando, si alguien lo quería, podía ir al Banco Central y cambiar sus pesos por dólares, uno a uno. Hoy, cuando esa paridad ha dejado de existir, el concepto o, por lo menos, su aplicación a la realidad, es dinámico, puesto que todos los días varía en función del tipo de cambio. Sin embargo, ninguno de los tres caraduras dejó de usar el argumento.

Al referirse, como excusa para justificar el asalto, a las tasas que han pagado otros países vecinos por sus préstamos internacionales a largo plazo, ya que –en el onírico mundo del Gobierno- la creación del Fondo podía hacerlas bajar para la Argentina a menos del diez por ciento, ninguno de los tres se permitió explicar a qué se debe que nuestro país tenga tal descrédito en el mercado internacional, pese a los seis años que el kirchnerismo lleva en el poder, aplicando su tan exitoso modelo.

Es más, por hablar de inseguridad jurídica en un país que ha dejado de respetar las leyes y los contratos hace mucho, Valenzuela fue arrastrado al infierno de los conspiradores, intentado separarlo de la administración Obama (con la cual doña Cristina pretende reparar las relaciones dañadas, irrevocablemente, por su maridito en la “contracumbre” de Mar del Plata).

Tampoco, por cierto, se hizo reconocimiento o mea culpa alguno referido a las usurarias tasas de interés pagadas, en un pasado muy reciente, por don Néstor al entrañable amiguísimo don Huguito, antes “el papagayo caribeño” y hoy “el papagayo sin luz”, que encendieron lamparitas rojas en todas las computadoras del mundo financiero globalizado.

Otro ejemplo notable de cómo construye su tan estructurado y deslumbrante discurso esa eximia oradora que es doña Cristina lo dio el haber centrado en la maldad de los “fondos buitre” el eje de la conspiración antiargentina y, a la vez, decir que su tan preciado Fondo del Bicentenario había sido recibido con algarabía por un encantado mercado bancario.

Los bancos argentinos, en especial el presidido por don Brito, están llenos de bonos que les ha hecho comprar el Gobierno a lo largo del período kirchnerista; entonces, ¿cómo no van a estar contentísimos con que se los paguen? Pero, ¿no es lo mismo que ocurre con los “fondos buitre”? ¿No notan una cierta incoherencia?

La señora Presidente nos dijo ayer que, con la secuencia Fondo del Bicentenario-pago a los acreedores-canje de deuda reabierto, podríamos volver a los mercados internacionales, y que ello redundaría en mayor y más barato crédito a las empresas. Alguien debería explicarle que, pese a que los bancos están sumamente líquidos, no quieren hoy prestar dinero –no saben a quién hacerlo sobre seguro- ni las empresas tomarlo –porque ignoran si podrán devolverlo en su momento-. Que esas incertidumbres provengan, exclusivamente, del fracaso del modelo kirchnerista no sólo no fue reconocido sino expresamente negado.

Otra muestra del curioso discurso presidencial se vincula a la terrible crisis internacional, que este Gobierno tan bien ha capeado. Pese a que todos los problemas nos llegaron de afuera, el modelo económico aplicado ha hecho que no se perdieran ni bajaran los salarios; pero necesitamos urgentemente del Fondo del Bicentenario para recuperar el empleo no perdido y para recomponer los salarios no deteriorados. ¡Notable!

Para terminar, una breve referencia a la firmeza de las convicciones de doña Cristina, a las situaciones graves y peligrosas que atravesó en su juventud, a la soledad en que debió ejercer como Senadora, a la transparencia con que tanto ella como su maridito han conducido al Estado …

Don Néstor y su “chirolita” carecen de convicciones, salvo la mantener a cualquier precio el poder, ninguno pasó por situaciones complicadas en su juventud, compartieron en innumerables ocasiones las boletas electorales del Dr. Menem, habilitaron y forzaron la privatización de YPF para robarse los dólares de la venta y, por supuesto, no tienen transparencia alguna en su gestión de gobierno, ya que han desmantelado, uno a uno, todos los organismos de control del Estado.

Mientras termino esta nota, doña Cristina está gritando desde su atril, esta vez en Lanús, las mismas mentiras de todos los días, pero esta vez con la voz enronquecida y el gesto más adusto y enojado que lo habitual.

Preparémonos, pues, para los próximos hechos que sacará el Gobierno de la galera del hombre de Olivos. No nos resultará un 2010 fácil a los argentinos. Y, volviendo a los títulos de mis viejas columnas, “¡Qué trabajo dan!”

Bs.As., 13 ene 09
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