El Aterrador Futuro Inmediato
Anoche, escuchando a Néstor Kirchner gritar sus consignas y sus agravios en el Teatro Argentino, de La Plata, en especial cuando se refirió al Vicepresidente, tuve que ponerme a pensar en el futuro inmediato de nuestro país.
Por obra y gracias de Kirchner, que dilapidó la mejor oportunidad que tuvo Argentina en los últimos ochenta años, hoy nos encontramos sumergidos en el tsunami que golpea al mundo entero sin armas y sin municiones.
Las dudas e incertidumbres que generan los permanentes anuncios del Gobierno –Mariano Grondona lo llamó “Anunciocracia” en su programa dominical- y la falta de un plan coherente y meditado para capear el temporal obligarán, a muy breve plazo, a volver al infierno, sobre todo si el blanqueo irrestricto resulta aprobado en el Senado y el ‘capitalismo de amigos’ se exacerba.
Existe consenso mundial en el sentido que sólo en 2010 es posible que los vientos disminuyan y el agua descienda en todo el globo. Hasta entonces, deberemos atravesar este mar, agitado como nunca antes, sin casco, sin velas, sin tripulación, sin oficialidad, sin capitán y sin brújula. Peor no podría ser el panorama.
Lo que los Kirchner han hecho a la Argentina no tiene perdón de Dios. Han destruido mercados que costó muchas décadas abrir, han golpeado inmisericordiosamente al sector más progresista y tecnificado de nuestra economía, han potenciado exponencialmente la corrupción, han aislado al país del mundo, han desgajado todas sus instituciones y, ahora, pretenden convertirnos en el último paraíso mundial para ladrones amigos y narco-lavadores de dinero.
Pero, como dicen los chicos: ¡Es lo que hay!
Como todos sabemos, los dos problemas que se encuentran al tope de las preocupaciones de la gente común son la inseguridad y el desempleo.
Tal como se avizora hoy el futuro inmediato, es dable pensar que, mal que le pese a Cristina Fernández y a su marido, sus proyectos faraónicos de obras de financiación dudosa y, sobre todo, la total desconfianza de propios y extraños en nuestro país, sus leyes y su Justicia, no impedirán que, en febrero o marzo lleguen a nuestras playas los primeros coletazos serios de la crisis internacional, que ya están generando un masivo desempleo en innumerables naciones.
La prensa ya está hablando de conmoción social en España, y los hechos de Grecia, que han repercutido en muchos países de Europa, no son más que el estallido del descontento de los más humildes. También en Estados Unidos, cuya industria automotriz se encuentra al borde del colapso, se han producido inquietantes movimientos de ocupación de fábricas para evitar su cierre.
Los argentinos sabemos mucho de eso, ya que lo aprendimos, con sangre, a fines de 2001. Pero no sabíamos, cuando superamos ese momento, que un matrimonio de insanos e inmorales se haría con el timón y desperdiciaría un momento en que hubiéramos debido prever qué sucedería si los vientos borneaban, derrumbando los precios de nuestros productos exportables y dejándonos desarmados frente a la realidad.
Cuando comience la desocupación masiva y, con ello, aumente gravemente la inseguridad ciudadana, comenzarán a retumbar, otra vez, las cacerolas y, como sucedió durante el conflicto agudo con el campo, Kirchner y Cristina tenderán a huir, con la excusa –ya utilizada, por cierto- de una crisis ajena, externa y sobreviniente.
¡Ojalá se den las circunstancias que permitan que sean enjuiciados, y que paguen sus culpas, conjuntamente con sus cómplices, testaferros, etc.!
Pero la realidad seguirá aquí. Creo que todo el mundo político está mirando a octubre de 2009 como una meta, como el lugar en que se derrumbará a los Kirchner y su banda.
Sin embargo, el verdadero cachetazo –estoy convencido- nos llegará mucho antes. Y, por eso, debiéramos preverlo entre todos y encontrar todos los paliativos, los remedios, las medidas de contención, que resulten necesarios y posibles para, al menos, disminuir la fuerza del inexorable.
Creo que todos, y ya, debemos ponernos de acuerdo acerca de cuáles son esas medidas posibles, consultando a los expertos económicos, convocando a los líderes espirituales, a las grandes organizaciones existentes vinculadas con la asistencia, para que nos digan qué y cómo podemos actuar para evitar una catástrofe que, de producirse, con certeza será más dolorosa que la del 2001.
Ese futuro inmediato es hoy mismo. Ni siquiera, como siempre ha hecho la Argentina, dejar pasar el verano pues, cuanto éste termine, será ya muy tarde.
Buenos Aires, 17 Dic 08
Anoche, escuchando a Néstor Kirchner gritar sus consignas y sus agravios en el Teatro Argentino, de La Plata, en especial cuando se refirió al Vicepresidente, tuve que ponerme a pensar en el futuro inmediato de nuestro país.
Por obra y gracias de Kirchner, que dilapidó la mejor oportunidad que tuvo Argentina en los últimos ochenta años, hoy nos encontramos sumergidos en el tsunami que golpea al mundo entero sin armas y sin municiones.
Las dudas e incertidumbres que generan los permanentes anuncios del Gobierno –Mariano Grondona lo llamó “Anunciocracia” en su programa dominical- y la falta de un plan coherente y meditado para capear el temporal obligarán, a muy breve plazo, a volver al infierno, sobre todo si el blanqueo irrestricto resulta aprobado en el Senado y el ‘capitalismo de amigos’ se exacerba.
Existe consenso mundial en el sentido que sólo en 2010 es posible que los vientos disminuyan y el agua descienda en todo el globo. Hasta entonces, deberemos atravesar este mar, agitado como nunca antes, sin casco, sin velas, sin tripulación, sin oficialidad, sin capitán y sin brújula. Peor no podría ser el panorama.
Lo que los Kirchner han hecho a la Argentina no tiene perdón de Dios. Han destruido mercados que costó muchas décadas abrir, han golpeado inmisericordiosamente al sector más progresista y tecnificado de nuestra economía, han potenciado exponencialmente la corrupción, han aislado al país del mundo, han desgajado todas sus instituciones y, ahora, pretenden convertirnos en el último paraíso mundial para ladrones amigos y narco-lavadores de dinero.
Pero, como dicen los chicos: ¡Es lo que hay!
Como todos sabemos, los dos problemas que se encuentran al tope de las preocupaciones de la gente común son la inseguridad y el desempleo.
Tal como se avizora hoy el futuro inmediato, es dable pensar que, mal que le pese a Cristina Fernández y a su marido, sus proyectos faraónicos de obras de financiación dudosa y, sobre todo, la total desconfianza de propios y extraños en nuestro país, sus leyes y su Justicia, no impedirán que, en febrero o marzo lleguen a nuestras playas los primeros coletazos serios de la crisis internacional, que ya están generando un masivo desempleo en innumerables naciones.
La prensa ya está hablando de conmoción social en España, y los hechos de Grecia, que han repercutido en muchos países de Europa, no son más que el estallido del descontento de los más humildes. También en Estados Unidos, cuya industria automotriz se encuentra al borde del colapso, se han producido inquietantes movimientos de ocupación de fábricas para evitar su cierre.
Los argentinos sabemos mucho de eso, ya que lo aprendimos, con sangre, a fines de 2001. Pero no sabíamos, cuando superamos ese momento, que un matrimonio de insanos e inmorales se haría con el timón y desperdiciaría un momento en que hubiéramos debido prever qué sucedería si los vientos borneaban, derrumbando los precios de nuestros productos exportables y dejándonos desarmados frente a la realidad.
Cuando comience la desocupación masiva y, con ello, aumente gravemente la inseguridad ciudadana, comenzarán a retumbar, otra vez, las cacerolas y, como sucedió durante el conflicto agudo con el campo, Kirchner y Cristina tenderán a huir, con la excusa –ya utilizada, por cierto- de una crisis ajena, externa y sobreviniente.
¡Ojalá se den las circunstancias que permitan que sean enjuiciados, y que paguen sus culpas, conjuntamente con sus cómplices, testaferros, etc.!
Pero la realidad seguirá aquí. Creo que todo el mundo político está mirando a octubre de 2009 como una meta, como el lugar en que se derrumbará a los Kirchner y su banda.
Sin embargo, el verdadero cachetazo –estoy convencido- nos llegará mucho antes. Y, por eso, debiéramos preverlo entre todos y encontrar todos los paliativos, los remedios, las medidas de contención, que resulten necesarios y posibles para, al menos, disminuir la fuerza del inexorable.
Creo que todos, y ya, debemos ponernos de acuerdo acerca de cuáles son esas medidas posibles, consultando a los expertos económicos, convocando a los líderes espirituales, a las grandes organizaciones existentes vinculadas con la asistencia, para que nos digan qué y cómo podemos actuar para evitar una catástrofe que, de producirse, con certeza será más dolorosa que la del 2001.
Ese futuro inmediato es hoy mismo. Ni siquiera, como siempre ha hecho la Argentina, dejar pasar el verano pues, cuanto éste termine, será ya muy tarde.
Buenos Aires, 17 Dic 08
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