lunes, 23 de marzo de 2009

¿Por qué, Cristina?

¿Por qué, Cristina?

En estos días tan movidos políticamente, en general por hechos del Gobierno, me han surgido varios interrogantes acerca de algunas actitudes de doña Cristina. Ruego a quien tenga la dirección electrónica de la Presidente haga llegar a Olivos esta nota, a fin de permitirle responder a esas preguntas cuyas respuestas, estimo, a todo el mundo le interesaría conocer.

Obviamente, excluyo de ese “todo el mundo” a don Randazzo, a don Kunkel, a don Aníbal Fernández y, en general, a todos aquellos para los cuales doña Cristina habla –como mero portavoz de su marido- “ex cátedra”, es decir, transmitiendo dogmas de fe que, como tales, son incuestionables.

En Argentina, todos tributamos el impuesto a las ganancias, que grava nuestros ingresos a partir de cierto monto, cualquiera sea el origen de tales entradas. Entonces, si los mayores precios de las exportaciones generaron, al decir de la Presidente, ganancias extraordinarias a los productores, ¿por qué, Cristina, no limitarse a aplicar a esos ingresos “extras” este impuesto, en lugar de “inventar” las retenciones, o sea, el impuesto a la exportación?

La primera respuesta –perdón por lo obvio- que se me ocurre, es que las retenciones no son coparticipables, mientras que el impuesto a las ganancias sí lo es.

De allí que, utilizando esta herramienta en lugar de la correcta, lo que hace doña Cristina es restar ingresos a las provincias y municipios, concentrando esos fondos –las retenciones- en la gran “caja” de la que dispone su marido para disciplinar a los díscolos y alquilar a los legisladores; digo “alquilar”, y no “comprar”, puesto que, como todos sabemos, ninguna lealtad es definitiva en la política argentina, con la excepción, probada a partir de ayer, de Gabriela Micheti.

En una palabra, vía retenciones se han restado recursos a las provincias y municipios, que hubieran debido provenir del impuesto a las ganancias; es decir, se ha empobrecido al interior y a los productores, para aumentar y concentrar la riqueza en manos del Poder Ejecutivo que, a través de los super-poderes, dispone arbitrariamente de ella.

El segundo interrogante que me surgió fue el vinculado al último anuncio de la Presidente, es decir, la voluntaria y magnánima coparticipación del 30% de las retenciones a las provincias que adhieran al proyecto K, con la obligación, para éstas, de coparticipar igual porcentaje a los municipios con intendentes genuflexos.

Y este interrogante puede traducirse así: si esta dádiva es posible hacerla en un momento de crisis interna y externa, que ha menguado los recursos de todas las cajas oficiales, ¿por qué, Cristina, no se hizo originalmente?

Otra versión de la misma pregunta es: si el Estado nacional está ahora dispuesto a “perder” ese 30%, ¿por qué, Cristina, no aceptar reducir las retenciones y, con ello, tranquilizar y pacificar el país, que hoy está en llamas?

O, peor aún; si el discurso oficial –tanto de los co-presidentes cuanto de don Randazzo y de Fernández- machaca con el concepto de que si las retenciones móviles –léase, la Resolución 125- hubieran sido sancionadas por el Congreso, hoy los pequeños y medianos productores pagarían menos, ¿por qué, Cristina, no fragmentar ahora las retenciones para que esos mismos productores, quebrados por la sequía y la baja de los precios, paguen ese porcentaje menor?

Un tercer interrogante está relacionado con el monto a repartir con tanta generosidad –el famoso 30%- que, según el Gobierno, alcanzaría a los $ 6.520 millones. Ignoro cómo hizo don Néstor –perdón, la Presidente- sus cálculos, pero me inclino a pensar que usó, como base, lo recaudado el año pasado para proyectar el de este año, sin tener en cuenta la sequía, los bajos precios internacionales y la menor superficie sembrada.

Ahora, si –en teoría- esos fondos pueden destinarse sólo a inversiones en infraestructura, ¿cuándo, Cristina, les entregará efectivamente esos fondos a las provincias? ¿Su idea es coparticipar los ingresos de la cosecha anterior? Porque, si no fuera así, las provincias y municipios recibirán las transferencias a medida que éstas ingresen al Tesoro nacional, y el efecto real se demorará y las obras previstas no podrán ser realizadas en tiempo y forma.

El cuarto interrogante podría ser vinculado a la cortedad de la frazada. Me explico: hasta ahora, el Ejecutivo central transfería fondos a las provincias por la vía de los famosos ATN’s, o sea, los aportes del Tesoro nacional. Más allá de que este nuevo sistema traerá –al menos, es esperable que así sea- mayor transparencia, debemos pensar en cuánto dinero tiene la familia imperial para repartir.

Me inclino a creer, hasta que se demuestre lo contrario, que los fondos son los mismos. O sea, disminuirán los ATN’s para transformarse en coparticipación de retenciones.

Y la razón de ello es muy simple: el Gobierno no tiene dinero –pese al saqueo a los aportantes a las AFJP’s- para atender simultáneamente a todos sus compromisos actuales: los servicios de la deuda, los subsidios a todo (gas, electricidad, combustibles, transportes, consumos, etc.), los planes sociales, la obra pública anunciada, etc.. Entonces, lo que ha anunciado es que cambiará la forma en que transferirá el dinero al interior que adhiera, explícitamente, al modelo K. ¿O no, Cristina?

Un quinto interrogante nacido, seguramente, de mi ignorancia y de mi escaso coeficiente intelectual, proviene del manifestado interés del Gobierno en reducir la superficie sembrada de soja. Entonces, si los ingresos de provincias y municipios dependerán, en un 11% (según la Presidente), de las retenciones a la soja, ¿no estarán, Cristina, los gobernadores e intendentes propensos a fomentar el cultivo de este “yuyo”?

Hasta aquí, las preguntas vinculadas a la coparticipación de las retenciones; pero hay otras.

En mayo de 2006, escribí una nota a la que titulé “Lo inexplicable …”, y que se puede leer en mi blog (
www.egavogadro.blogspot.com); allí me preguntaba qué podía hacer que alguien que pretendía perpetuarse en el poder –entonces pensaba que lo haría directamente, y no a través de su mujer- tomaba medidas que, sin lugar a dudas, irían contra las existencias vacunas y, al disminuir la oferta de carne, harían aumentar los precios en el futuro, incidiendo sobre su propia futura gestión.

Hoy, como todos sabemos, esa política no sólo se ha mantenido sino que se ha extendido a otros grandes productos del campo, como el trigo y la leche y sus derivados.

Hemos perdido mercados insustituibles: Brasil, impedido de importar trigo argentino, lo busca en Estados Unidos; Rusia y Europa, afectadas por la imposibilidad de contar con exportadores argentinos confiables, han resuelto proveerse en Brasil y Uruguay;y lo mismo ocurre con los lácteos.

Hace unos 10 días, y a un costo sideral, la Presidente convocó a todos los embajadores y jefes de misión argentinos a una reunión en Buenos Aires, para darles clase acerca de cómo fomentar las exportaciones locales. ¿No le parece, Cristina, un verdadero disparate, ya que es su marido y don Moreno quienes frenan o impiden esas mismas exportaciones?

Mal que le pese a los Kirchner, Argentina es un país principalmente exportador de productos agrícolas y agro-industrializados.

La industria argentina, por distintas razones, es incapaz de competir (salvo rarísimas excepciones) en los mercados internacionales, ya que su economía de escala, atada a un pequeño mercado interno, hace que sus costos sean demasiado altos.

Sin embargo, don Néstor y doña Cristina han decidido ampararla, vía derechos exagerados e ilegales a la importación de bienes, haciendo que los precios internos se mantengan altos artificialmente.

En agosto de 2008, un artículo -al que titulé “Una respetuosa sugerencia a la Unión Industrial”- fue recibido con gran interés por algunos grandes capitanes de la industria argentina. En él, proponía que el Gobierno subsidiara a las fábricas locales para que éstas pudieran reconvertirse para competir en el mercado internacional de altísima calidad, y precios equivalentes.

¿No le parece, Cristina, que sería más razonable que, por ejemplo, los fabricantes de zapatos argentinos compitieran con los italianos o los ingleses, y no con los brasileños o los chinos? ¿No le parece, Cristina, que su “modelo de acumulación con inclusión social” se vería más favorecido, en el mismo ejemplo, si todos los argentinos pobres pudieran acceder a zapatos de buena calidad y precios alrededor de los $ 15 el par?

Para terminar esta nota, que se ha hecho demasiado larga, lo cual me obliga a dejar el tema del proyecto de ley de medios audiovisuales para la siguiente oportunidad, sólo haré una reflexión sobre el tema del adelantamiento de las elecciones legislativas nacionales.

Si el proyecto del Ejecutivo pasa exitosamente la prueba en Senadores (espero, fervientemente, que no sea así), las cámaras serán renovadas en una gran proporción.

A partir de entonces, y hasta el 10 de diciembre, tendremos legisladores deslegitimados por el voto popular sentados en sus bancas y futuros legisladores, convalidados por ese mismo voto, esperando para asumir.

Serán más de cinco meses en esa situación tan peculiar que, obviamente, permitirán que el Ejecutivo alquile voluntades de los salientes para sancionar leyes que, si los Kirchner pierden las mayorías, no serán bien vistas por la sociedad, generando aún mayores ríspideces.

Si el mandato que reciben los legisladores en la urnas puede asimilarse a la figura del mandato del Código Civil, los salientes tendrán sus facultades revocadas por los votos contrarios. ¿Con qué derecho, Cristina, seguirán legislando en nuestro nombre?

Por lo demás, si bien es cierto que los nuevos legisladores que resulten electos en las urnas asumirán el 10 de diciembre, no lo es menos que sólo se sentarán en sus bancas cuando el Congreso reinicie su período ordinario, es decir, el 1° de marzo de 2010. ¿No le parece, Cristina, una exageración total? ¿O piensa, Cristina, convocarlos a extraordinarias, aún sabiendo que no dispondrá de sus mayorías automáticas? ¿O imagina, Cristina, gobernar a fuerza de decretos de necesidad y urgencia?

Como dije al principio, me gustaría que doña Cristina –y don Néstor- pudiera responder a estos interrogantes, porque sus respuestas hacen al futuro inmediato del país.

Bs.As., 23 Mar 09
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