Y las reservas, ¿dónde están?
“Pero el país tiene sus reservas. ¿O no? Algunas voces han
dicho estos días que ha llegado la hora de trabajar en serio.
¿Sólo ahora? Esto más bien suena a tomadura de pelo,
para decirlo sin eufemismos. Pero insistimos: el país
tiene sus reservas. El problema consiste en saber cuándo
empiezan a actuar esas reservas. Sí, ya sabemos, que
en el momento oportuno. ¡Ah, el momento oportuno!
Lo grave sería que no actuaran nunca, lo cual demostraría
que no habría tales reservas. Pero confiamos, sinceramente,
en que las hay y grandes. Dios sepa inspirarlas. Con todo,
no podemos olvidar que Aquiles decidió entrar a la
lucha para vengar, furiosamente, la muerte de Patroclo.
Pero Patroclo ya estaba muerto”.
Jorge L. García Venturini
Jorge L. García Venturini
En los aciagos días que han transcurrido desde que, el 1° de marzo, la avivada de doña Cristina marcara para la historia –en su habitual estilo, lo recordará diciendo “Fui la primera presidenta mujer que …”- la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, me he hecho varias preguntas para las cuales, confieso, aún no he encontrado respuestas.
Supongo que no vale la pena recordar todos y cada uno de los acontecimientos que han hecho de estos veinte días un verdadero chiquero, en el cual se revuelven y conviven los despojos de la República.
Ver al oficialismo boicotear la reunión de una cámara legislativa para impedir una segura derrota y, a la vez, para ganar tiempo para que las negociaciones de compra o alquiler de parlamentarios tuvieran el éxito buscado por don Néstor y, días después, contemplar como los opositores, mermados en el número por el shopping bastardo, adoptaran la misma postura, no permite enorgullecerse de esta democracia.
Pero también notar que la ingenuidad de la gente –yo incluido- la lleva a la decepción ante los triunfos graduales de la cerrada falange kirchnerista, sin caer en la cuenta que el Congreso es lo que es por decisión nuestra, que hemos atomizado nuestra fuerza eligiendo a representantes de tantos partidos diferentes, nos debería mover a una seria reflexión acerca de qué queremos, en verdad, para nuestro país.
Hemos llenado las bancas de representantes que, al menos en principio, no están de acuerdo con el Gobierno, pero creo –lamentablemente- que esas diferencias
tienen más que ver con las formas que con el fondo.
Muchos de aquéllos a los que hemos elegido están –y estuvieron- de acuerdo –como muchos de nuestros connacionales- en que había que pseudo expropiar Aerolíneas Argentinas, o robar los ahorros de los demás en las AFJP’s, o imponer la dictadura del gobierno de turno sobre los medios de difusión, o vaciar de reservas al Banco Central con distintas excusas, o seguir creando impuestos para expoliar a quienes tienen éxito en beneficio de las clientelas políticas de toda índole, o en seguir degradando la educación para no discutir con los “trabajadores de la educación”, como se llaman a sí mismos nuestros maestros, o casi abolir las Fuerzas Armadas en nombre de derechos humanos bizcos, o en el “fútbol gratis” que tan caro ha resultado.
En resumen, gran parte de quienes ocupan sillones en los hemiciclos legislativos están convencidos que los Kirchner han hecho bien el fondo de las cosas y disienten sólo en el método. Les hubiera gustado, en realidad, que no “se la quedaran toda” y repartieran mejor. ¿O no son algunos de ellos, por ejemplo, los que votaron la Reforma Política y, después del veto presidencial a los artículos consensuados para sobrevivir, lloran como féminas traicionadas?
¿Cuántos de los que están sentados hoy se levantaron a aplaudir, rabiosamente, la declaración del default? ¿Cuántos votaron las expropiaciones y los robos? ¿Cuántos, en estas semanas, se han preocupado por la inseguridad y por la inflación, los dos temas que más preocupan a sus representados?
Entonces, ¿de qué nos asombramos? ¿Por qué nos desilusionamos de una oposición que no es tal y que, básicamente, hemos elegido así?
Debemos reconocer, además, que si una fuerte brisa que impulsa hacia arriba nuestra economía hace que muchos de los argentinos cambien de idea y ya no vean tan negativamente a los Kirchner –las últimas encuestas independientes hablan de la elevación de su aprobación a casi 30%, cuando hace un par de meses no llegaban al 20%- lo menos que puede decirse es que somos especiales.
Recuerdo ahora una frase de Groucho Marx que decía: “estos son mis principios pero, si no le gustan, tengo otros”. ¿No será que, en realidad, los argentinos somos “grouchomarxistas”?
Y las preguntas más básicas y fundamentales que me formulo están vinculadas al coraje y a la audacia de quienes nos gobernarán en el futuro. Porque, sepámoslo, alguien va a tener que pagar esta innoble e inmoral orgía de subsidios cruzados, de planes clientelísticos, de falta de inversión productiva, de descrédito internacional, de expoliación impositiva a la producción, de estadísticas mentirosas, de fraguadas reservas monetarias, de saqueo a la ANSES y otras “cajas”, de destrucción de los organismos de control, de falta de auténtico federalismo, de degradación de la democracia y de las instituciones de la República, y de corrupción genocida.
¿Habrá alguno que, como los inexistentes justos de la bíblica ciudad, puedan salvar a la Argentina de la destrucción? ¿Habrá alguno capaz de inmolarse en bien del país? ¿Existirá el domador de este potro, dispuesto a jugarse la vida misma para lograrlo?
Debo reconocer que existen cuantiosos grupos que tratan de consensuar con los líderes de los partidos algunas políticas de Estado elementales, y que algunos de ellos –como el encabezado por Terragno y Duhalde, o el Consenso Republicano piloteado por Guillermo Alchouron- han llegado más lejos. Pero no parece ser suficiente.
Porque lo que hemos visto en estos días en el Congreso, en la Justicia y, sobre todo, en el Ejecutivo, me llevan a pensar que, durante 2010 y 2011, no habrá espacio para los verdaderos debates acerca del verdadero futuro y de la reinserción de la Argentina en un mundo que –salvo para comprarle alimentos o automóviles- parece haberse olvidado de ella.
Y habremos llegado así a la otra pregunta que golpea en mi cerebro cada día: ¿es imaginable que los Kirchner acepten una derrota en las urnas y, como debe ser, entreguen los atributos del mando a un sucesor?
Bs.As., 19 Mar 10
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1 comentario:
Avogadro, muy bueno el mail dirigido a la presidente: no le da verguenza. Saludos cordiales.
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