viernes, 30 de abril de 2010

Argentina, siempre curiosa y, ahora, peligrosa

Argentina, siempre curiosa y, ahora, peligrosa


“La democracia no es la sucesión
en el usufructo de un Estado opresor”
Armando Ribas


Es notable que, más allá de la ya famosa frase que dice que, en el mundo, existen cuatro sistemas económicos –capitalismo, socialismo, Japón y Argentina-, nuestro país siga generando curiosidades, dignas de aparecer en el Guiness.

Producimos, por ejemplo, un fueloil de altísima calidad –tanta, que se exporta a Estados Unidos-, que respeta los más fuertes standards medioambientales respecto al contenido de azufre, un grave contaminante.

Sin embargo, a la par que lo exportamos al primer mundo, importamos desde Venezuela –en realidad, ni siquiera de allí- un fueloil de pésima calidad, que desgasta maquinarias y destruye motores.

Para que se entienda, importamos de Venezuela un fueloil que no necesitamos, que ese país no produce (su única relación con los bolivarianos radica en que en Caracas tiene su domicilio una trader de Marc Rich que opera el negocio), que es de peor calidad que el nuestro y, además, es mucho más caro.

Don Cameron, Secretario de Energía, había adecuado las normas argentinas a esos standards internacionales, es decir, poniéndonos a la altura de las naciones que más respetan el ambiente humano. Pero, para permitir la curiosidad que estas líneas describen, derogó esas normas, aumentando –por necesidad, según dijo- la cantidad de azufre permitido, lo cual habilitó la importación del fueloil pseudo venezolano. ¿No es original?

Esta rareza se produce desde 2008, a partir de los primeros acuerdos que firmaron un año antes el papagayo patagónico y el pingüino caribeño -¿o era al revés?- para comenzar a construir este andamiaje de corrupción.

También nos justifica nuestra aspiración al Guiness la “voluntaria” y unánime elección, por parte de todas las empresas que exportan a Venezuela, de una misma trader totalmente innecesaria en el comercio internacional normal, y a la cual le pagan 15% -un precio en cualquier caso carísimo- por unos servicios que prestaba.

Pero, además de esas excentricidades, que dan razón al primer adjetivo del título de esta nota, los Kirchner han comenzado a correr, cuesta abajo, en una pendiente espiralada de violencia cuyo final no conocemos, pero podemos prever.

Comenzaron cuando se produjo la crisis que fabricaron con el campo, contemporánea de la ruptura en la alianza que mantenían con el grupo Clarín hasta entonces.

A partir de allí, los ataques a la prensa en general, y a ese conglomerado en particular, fueron agravándose, tanto en su calidad cuanto en su frecuencia.

Si bien es cierto que se ha presentado como propósito excluyente de la sanción de la nueva Ley de Medios el disparar un misil contra el corazón del imperio de Noble-Magnetto, la realidad dice que el fin último es construir una prensa uniformada a los deseos del tirano de Olivos, tal como lo hizo en Santa Cruz, desde ya sus lejanos días de Gobernador.

Y quienes, desde la izquierda bien intencionada, levantaron dócilmente sus manos para votar ese adefesio, actuaron en realidad como idiotas útiles de esa verdadera conspiración oficial.

Lo que comenzó con bromas, chicanas y charrasquillos contra “movileros”, continuó con torpes acusaciones desde el famoso atril y, finalmente, llegó a la calle bajo la forma de afiches y pancartas. Si a ello sumamos la parodia de juicio que realizó la delincuente Hebe de Bonafini en Plaza de Mayo ayer, respaldada hoy por doña Cristina desde la ESMA, tenemos definida una situación de linchamiento concreto contra una serie de periodistas de carne y hueso.

Es más: la Presidente dijo esta tarde que, mientras ella se mantenga en el gobierno, no habrá una víctima, refiriéndose a aquélla que pudiera derivarse de una orden de represión. No sólo debemos leer en ese mensaje que no se pondrá límite alguno a los pseudo ambientalistas de Gualeguaychú, sino tampoco a quienes salgan a la calle a escrachar o lastimar a esos periodistas.

Quienes tuvimos la oportunidad de ver, por televisión, el desfile con el cual don Hugo conmemoró el Bicentenario de la independencia venezolana, en especial cuando pasaron los chicos que integran su nueva “guerrilla” contra la poca prensa libre que queda, no pudimos menos que recordar a los camisas pardas de las SA alemanas, esa cuasi policía privada de Hitler, que éste utilizaba para intimidar a los opositores.

Y las patotas de Moreno y de la Embajada de Cuba, impidiendo la realización de actos en la Feria del Libro, tienen fuertes efluvios caribeños.

Si bien no se puede decir, al menos hasta ahora, que el parangón entre Caracas y Buenos Aires sea total, el matrimonio está tensando la cuerda social a un extremo tal que, en cualquier momento, puede producirse la chispa que produzca un estallido de magnitud, mucho peor al que vivimos en los aciagos días de diciembre de 2001.

En esta alarma que grito a la Argentina desde los últimos meses del año pasado, ya me acompañan muchas voces, más calificadas y cualificadas que la mía, pero el Gobierno no sólo las desoye sino que, día tras días, sigue arrimando la paja al fuego.

La negativa a reconocer, siquiera, la derrota, plebiscitaria por propia voluntad, que sufriera el oficialismo, ratifica claramente que no serán los votos quienes expulsen a estos verdaderos personajes de sus cuevas oficiales. Como pregunto siempre, viéndolos actuar, ¿alguien puede imaginar a Cristina entregando, pacíficamente, los atributos del mando a un sucesor que no sea de su propia tropa?

El despertar de la Justicia después de un letargo de siete años, la corrupción sistémica, los escándalos que estallan a diario, la persistente pérdida de imagen de cada uno de los Kirchner, la inflación que corroe los ingresos de los más pobres, el desbocado gasto público, la negación de la magnitud de la pobreza y de la indigencia, los ataques contra los jueces y los periodistas, la paralización del Congreso, el desconocimiento o el veto de las leyes y el asalto a todas las arcas posibles, permiten augurar días nefastos para nuestra patria.

Tenemos, todos los demás, que encontrar una solución a este desmadre. Podemos organizar, por la vía de la iniciativa popular, un referéndum revocatorio de mandato, u obligar al Congreso a iniciar un juicio político contra la Presidencia y a destituir, de inmediato, al Jefe de Gabinete, ese malevo de pacotilla que no hesita en despotricar contra todo y contra todos quienes no sean de su “palo”.

Bs.As., 30 Abr 10

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