lunes, 26 de abril de 2010

Aníbal, Pichetto y Rossi tienen razón

Aníbal, Pichetto y Rossi tienen razón

“No te hagás la rastacuer
desparramando la guita;
bajá el copete, m´hijita,
con tu pinta abacanada …
¡Pero si sos más manyada
que el tango “La Cumparsita”!
Enrique Moroni


Estos días, me he puesto a pensar en las ráfagas de balas verbales que lanzan, diariamente, nuestro distinguidísimo Jefe de Gabinete y los no menos conspicuos presidentes de las bancadas oficialistas en ambas cámaras, don Pichetto y don Rossi.

Porque, reconózcanme, todos ellos llevan la defensa de lo indefendible hasta sus últimos extremos, aún cuando éstos les demanden enfrentar a vedettes, modelos, espías, periodistas o legisladores en las circunstancias más desopilantes y, si no fuera por el marco general del Gobierno, hasta degradantes.

Pero lo cierto es que, al menos en lo formal, tienen toda la razón del mundo: doña Cristina fue votada por la mayor minoría del país, y a una distancia sideral de su competidor más cercano. Y eso, en tiempos históricos, fue ayer, es decir, en octubre de 2007.

Y por esa razón debe concluir, democráticamente, su mandato en diciembre de 2011.

Y por eso puede dictar decretos de necesidad y urgencia, aún cuando carezcan de ambos requisitos, Y pese a que cada una de sus decisiones le cueste al país un disparate de dinero, o lanzarse a un limbo internacional que sólo compartimos con los países más alejados del mundo, o impedir que los sectores más pobres y más excluidos de la población puedan gozar de salud, de educación, de alimentos adecuados y hasta de seguridad.

Todo eso, como bien dicen los egregios funcionarios mencionados en el título, lo puede hacer doña Cristina porque fue votada por el 43% de los electores. Y criticarla, como todos sabemos, no sólo está mal, sino que es un signo claro de posturas destituyentes y golpistas.

Pero, amigos, convengamos en una cosa: la Cristina que votamos –a ella o a los demás candidatos, que eso es democracia- no es la que dice ejercer el poder.

Si fuera posible realizar un examen de ADN a la Cristina que fue estudiante en La Plata, a la Cristina que fue empleada del estudio jurídico de su marido en Santa Cruz, a la que fue mujer del Intendente de Río Gallegos, a la que fue mujer del Gobernador de su Provincia, a la Cristina que Diputado nacional, a la Cristina que fue Senadora, a la Cristina que fue candidato a Presidente en octubre de 2007, y a la Cristina que es Presidente de la Nación, seguramente encontraríamos que se trata de, al menos, cuatro mujeres diferentes.

Hoy resulta relativamente fácil volver a ver los spots de campaña del Frente para la Victoria -¿se acuerdan: Cristina, Cobos y vos?- y comprobar, entonces, cuáles son las diferencias más notorias entre las cristinas mencionadas en los dos últimos lugares de la lista del párrafo anterior.

Porque la realidad, como demostraron las elecciones de junio de 2009 y las encuestas que se realizan, a diario, en el país, los argentinos que le dieron su voto en 2007, lo hicieron por mayor institucionalización, por más democracia, por menos DNU’s, por más organismos de control, por menos arbitrariedad y falsificación de cifras y estadísticas y, básicamente, por menos Néstor.

Y la otra Cristina, no la que ganó sino la que asumió, no tiene nada que ver con su antecesora.

Ha abdicado del poder que la ciudadanía le otorgó a favor del tirano de Olivos y, con ello, se ha bajado de cualquier pretensión y de toda promesa republicana.

Los negociados con Venezuela –de los cuales la valija de Antonini Wilson fue sólo un mínimo botón de muestra, como lo demostró el valiente Embajador Sadous-, los sobreprecios en las obras públicas –que de Vido tendrá que explicar más temprano que tarde, a partir del escándalo de Skanska-, los medicamentos truchos –donde acompañarán, en un futuro próximo, muchos funcionarios (Capaccioli, Zin, etc.) y sindicalistas acompañarán a Zanola- el “capitalismo de amigos” –léase Ezkenazi, Brito, Eurnekian, Eduardo Gutiérrez, los Whertein, Cristóbal López, Lázaro Báez, ElectroIngeniería, Rudy Ulloa Igor, etc.-, el festival de subsidios sin control de ningún tipo –que Jaime ha comenzado a purgar-, y muchos otros “problemitas” comenzaron antes de diciembre de 2007.

Pero quienes votaron a doña Cristina creyendo que encarnaría, además de la bonanza económica, una cara del kirchnerismo más democrática y más republicana, obviamente compraron una careta.

Porque lo cierto es que, antes de asumir, doña Cristina dejó la banda y el bastón en manos de su marido que, desde entonces, continúa ejerciendo el poder total, como lo hace desde los lejanos días de mayo del 2003.

Y, con esa reasunción, llegaron la crisis del campo, la pelea con los medios, el abuso de las mayorías legislativas para aprobar disparates dictatoriales, el “fútbol para todos” gratis, la Ley de Medios, además de continuar la pseudo expropiación de Aerolíneas, el manifiesto uso en beneficio propio de los bienes del Estado, el manejo clientelista de los fondos de la ANSES, la apropiación de los dineros del Banco Central y del Banco Nación y hasta de los ahorristas de las AFJP’s, el falso subsidos “universal” por hijo y hoy, para poner la frutilla del postre, la campaña fascista contra medios de prensa, periodistas y jueces.

Tal vez haya llegado el momento de reflexionar acerca de la obligación de los candidatos –de todos- de cumplir con sus promesas electorales o, al menos, de explicar claramente por qué no pueden hacerlo.

Porque la razón a Aníbal, Pichetto y Rossi se la dan las normas teóricas de la democracia, pero no la democracia real, esa en la que se respeta a las minorías ni se descalifica al adversario, en la que juegan sus respectivos roles los tres poderes del Estado, donde la información oficial es pública (no falsa o secreta) y en la cual el Poder Ejecutivo tiene todo tipo de controles genuinos.

Tal vez, como digo, haya llegado también el momento de preguntarnos si doña Cristina –y, sobre todo, don Néstor- no son meros usurpadores del poder. Bastaría, lo repito, con hacer el ADN de la Presidente para saber si se trata de la misma persona o de una totalmente diferente, a la cual nadie votó, y actuar en consecuencia.

Bs.As., 26 Abr 10

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