Escribí este artículo, originalmente, en mayo de 2006; varios de mis amigos lo conservan, desde entonces, en sus archivos. En marzo de 2007 le agregué un colofón, del cual he resaltado ahora los párrafos finales. Es hartamente difícil creer que muchos de quienes hoy nos gobiernan, que comenzaron a hacer política matando militares y policías, puedan -con 'fair play'- aceptar una derrota en las urnas y entregar, mansamente, el poder y la caja.
Buenos Aires, 24 de abril de 2008
Lo inexplicable …
A raíz del acto previsto para el 25 de Mayo, y de las actitudes personales del Presidente, damos por cierto que el señor Kirchner –o, como mínimo, algún mandado- se presentará en el 2007 y, en la medida en que la oposición no existe, tenemos la seguridad de su reelección.
Ahora bien; esa certeza produce, inevitablemente, preguntas que, hasta ahora, no encuentran respuestas.
¿Por qué alguien que pretende ser reelecto puede optar por medidas cuyas consecuencias negativas, necesariamente, se producirán en su siguiente mandato?
Aún siendo un lego total en materia ganadera, presumo que ‘hacer’ un novillo no es tarea de un solo año. Si el Gobierno tiene éxito en la política inaugurada con la prohibición de exportaciones, creo que producirá una inmediata liquidación de stocks pecuarios.
O sea, el año próximo habrá menos cabezas para faenar y, por la inmutable ley de la oferta y la demanda, los precios subirán y, con ello, la inflación.
Entonces, si el Presidente aspira a la reelección, ¿por qué optar por acciones cortoplacistas cuyos efectos contrarios se producirán, inevitablemente, en su próximo período?
Siempre recuerdo que Napoleón elegía a sus generales por la suerte de éstos. Y es innegable que el señor Kirchner tiene suerte.
Para comprobarlo, basta ver la previsiones de temperaturas para el próximo invierno que, de resultar ciertas, evitarán la necesidad de un racionamiento de gas.
Un escenario similar al de la carne aparece con relación a este producto. El congelamiento de tarifas interno, instrumentado por el señor Duhalde y sostenido a rajatabla por el actual mandatario, ha significado que la Argentina pague más por el gas importado –que subirá su precio aún más en pocos días- que lo que acepta pagar a su productor interno.
Y la falta de inversiones en exploración ha hecho que el horizonte de reservas en materia de gas y petróleo se sitúe hoy en 2010, con la natural transformación de la Argentina en un país netamente importador.
Y si pensamos que estamos frente a uno de los negocios más lucrativos del mundo, debemos preguntarnos por qué no se han realizado esas inversiones. Y sólo caben dos respuestas: la inexistencia de seguridad jurídica recomienda a los grandes inversores internacionales abstenerse de hacer negocios en la Argentina, y la fijación de un precio a los consumidores –incluidos los grandes- que no retribuye la inversión.
Si el Banco Mundial acierta en sus pronósticos, y todo me induce a pensar que será así, la onda favorable de la economía mundial continuará por, al menos, cinco años más. Y esa onda continuará arrastrando hacia arriba a la Argentina, proveedora de las materias primas que tanto China cuanto India necesitan. Pero eso no implicará, al menos en este cuadro de situación, atraer las inversiones en infraestructura indispensables para convertir ese crecimiento en sustentable.
El escenario de inseguridad jurídica y de falta de precios adecuados, se ve agravado por dos factores, uno de vieja data y otro de reciente aparición.
Me refiero, en primer término, al carácter del señor Kirchner, que ha llevado al País a uno de los peores –sino el peor- momentos en sus relaciones internacionales, manteniendo conflictos de distinta índole con naciones como España (ayer, su Ministro de Relaciones Exteriores, señor Moratinos, ha identificado como aliados en América Latina sólo a México, Brasil y Chile), Estados Unidos (a raíz de la ‘contracumbre’ de Mar del Plata), Holanda y Rusia (por los desplantes a su Reina y a su Presidente), con Italia (por los ‘bonistas’ estafados por sus propios bancos), con Francia (por la expulsión de sus empresas), con Chile (por la violación de los contratos privados de suministro de gas), con Uruguay (por las papeleras y por los cortes de gas y electricidad), con Bolivia (por el precio del gas), etc., etc.
Y, en segundo, que marca un antes y un después en este cuadro, por el deterioro generalizado de la imagen de Sudamérica frente a la comunidad internacional, debido a las conductas y a las expropiaciones del señor Hugo Chávez, del señor Evo Morales, etc. y, también, a la muerte de sus incipientes organizaciones supranacionales, como el Pacto Andino y el propio Mercosur.
Bolivia ha decretado, amén de la nacionalización de sus recursos naturales y de la expropiación de activos de empresas extranjeras, un incremento sustancial del precio de su gas natural, y la Argentina ha debido aceptarlo. El señor Kirchner, con su habitual sentido de la impunidad, pretende trasladar el aumento en todo el volumen que importa de Bolivia a la porción del mismo que re-exporta a Chile pero, con toda seguridad, esa pretensión no será aceptada por la señora Bachelet –nuestro vecino del oeste ya ha comenzado a implementar soluciones alternativas para su carencia de gas- y el aumento golpeará, en mayor o menor medida, a los consumidores argentinos.
Otro aspecto notable de la actitud inexplicable del Gobierno frente a la economía es el sistema de control de precios que, a veces (léase señor Moreno) con violencia implícita, ha instrumentado. Ese tipo de medidas ya ha sido probado, con invariable fracaso, en muchas oportunidades y en muchísimos países. Y ese fracaso repercutirá en los índices inflacionarios, por mucho que se pretenda digitarlos, en el próximo período presidencial.
No resulta relevante el anuncio de un índice determinado –que, por lo demás, puede modificarse simplemente cambiando la composición de los artículos considerados o la incidencia porcentual de los mismos-, ya que la percepción llega a la población no a través de la información oficial sino del achicamiento de la capacidad adquisitiva del salario.
Por último, el tercer ejemplo –amén de la carne y el gas- surge del innegable empeoramiento del índice de distribución de riqueza que produjo la devaluación asimétrica del señor Duhalde y que, mal que nos pese, llegó para continuar y quedarse.
Para concluir esta reflexión, sólo me cabe recordar que, en la Argentina, lo único que quita y pone presidentes, más allá de las declamaciones ideológicas, es el dolor del bolsillo, que aquí es, verdaderamente, el órgano más sensible del cuerpo humano.
20.5.06
Como muchos de ustedes tendrán este artículo en sus archivos, podrán comprobar, a la luz de la realidad actual, cuan acertado fue mi pronóstico de entonces.
No solamente el precio de la carne está empujando hacia arriba el índice de precios ‘oficial’ sino que la atroz intervención en el INDEC ha puesto al descubierto la manipulación que, ya el año pasado, preveía; y lo mismo sucede con mis comentarios acerca del gas.
La situación internacional que entonces describía no ha hecho más que complicarse, especialmente frente a los Estados Unidos y el MERCOSUR, al Uruguay e, inclusive, a la comunidad judía internacional. Salvo contadísimas excepciones, la Argentina se ha visto excluida de los itinerarios por la región –junto con Bolivia y Venezuela- de todos los políticos y gobernantes importantes del mundo.
Sólo cabe agregar a este –un casi de mal gusto ‘yo les avisé’- comentario una terrible premonición: a Kirchner no lo sacarán ni los votos ni los carritos de supermercado de las amas de casa; todo me indica que será capaz de cualquier cosa para conservar el poder, incluido un golpe de estado, el armado de los piqueteros adictos, etc..
Argentina tiene muy fresca la memoria acerca de lo que puede pasar cuando se utiliza la violencia como para despreocuparse de un futuro previsiblemente tan complicado.
13.3.07
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